martes, 9 de mayo de 2017

Bosníaca. Las advertencias de Benjamin




¿Sabes lo que decía Benjamin de los sueños?, dice Alisa mientras se pide una cerveza Sarajevska bien fría. Me encojo de hombros. ¿Es que has leído a Walter Benjamin?, le pregunto, intrigado más por el hecho de que lo cite que por las ideas del filósofo. ¿Será otra de sus apariencias con las que pretende sorprenderme? Algo he leído, sí, pensamientos reunidos en una antología. Me envió un libro mi antiguo amante que ahora está en Alemania. Trabaja en un hotel en Karlsruhe. Pero eso está muy lejos, le digo por ver si la pillo en una de sus invenciones fantasiosas. Bueno, dice Alisa, mi amigo llegó allí dando tumbos, y luego se esforzó mucho en buscar trabajos y en aprender lo que pudiera. Siempre dijo que quería estar en el corazón de la Europa más rica, no solo la de más posibilidades laborales, sino la que le proporcionara saberes que antes no había tenido. Su capacidad para los idiomas le permite además disponer con frecuencia de algún trabajo y, sobre todo, abrir contactos. Sin abandonar sus lecturas, porque él dice, fíjate, que si no lee no es feliz. Para él la felicidad es la ausencia de vacío. Dice que allí está descubriendo autores y pensamientos de los que no había oído hablar cuando vivía en nuestra ciudad. ¿Y no quiere volver? le inquiero. Nadie de los jóvenes que han podido ir a otros países desea volver, algunos prefieren el riesgo a cambio de la experiencia y de cierta formación que de momento aquí les está vedada, aclara Alisa. Pero yo no quería hablarte de esto, sino de algo que leído de Benjamin y me ha llamado la atención, porque me he sentido identificada. Walter Benjamin dice que no conviene al levantarse por la mañana contar el sueño que se haya tenido esa noche. Que uno permanece preso de lo soñado durante un buen rato, aunque se asee y se prepare para las tareas del día. Muchos no hablamos nada con nuestra familia e incluso nos vamos de casa sin decir ni mú o sin haber desayunado siquiera. Tan fuerte es el lazo que todavía ata el sueño y el despertar que no creemos que seamos independientes o bien tampoco queremos serlo, y solo pensar en las actividades que nos esperan nos pone de mal  humor, por mucho que racionalicemos la jornada que nos queda por delante. Así que hay veces, hoy por ejemplo, en que una no quiere, yo no he querido, hacer nada que rompiera el hilo con el sueño. He estado buena parte del día bajo el efecto de lo soñado, y llevo toda la mañana en ayunas. ¿No me irás a decir que yo formaba parte de ese sueño?, he dicho por capricho y para ponerla a prueba. Alisa me mira, absorbe despacio la espuma de su piva y me responde: ¿siempre eres así de engreído? 




(Fotografía de Inés González)



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