jueves, 25 de mayo de 2017

Bosníaca. Al mejor postor




¿Le interesa algo, señor? Se lo pongo a buen precio, me dice el viejo Kerim, chamarilero de toda la vida. Son recuerdos de los mil y un imperios que pasaron por aquí. Y hace un vuelo con sus brazos a un lado y otro de su puesto de trastos viejos y antigüedades, mostrando el repertorio. Al viejo Kerim le falta la pierna derecha y sin que le pregunte nada lo aclara. Es de antes del asedio, ya venía así de la guerra anterior, cuando era joven. Aquí siempre ha habido guerras, dice. ¿Todos estos objetos? Los he ido recogiendo por aldeas y pequeñas ciudades. Cuando los símbolos caen, como los Estados, como los hombres, ya no interesa a nadie conservar cosas antiguas. Además hubo un tiempo en que comprometían, incluso ahora también, según que insignias o qué fotografías. Esto que tengo aquí ya no. El mariscal desapareció hace tanto y con él prácticamente la memoria. Fue un gran intento pero creo que en el fondo nadie queríamos que prosperase. Solo su autoridad, la moral que venía de la guerra contra los alemanes y la del control del país de países, mantuvo unidos a tantas etnias y regiones. ¿Entendernos? Siempre hay una parte que se siente con supremacía sobre el resto, que ha vivido mejor y está más preparada para dominar a los otros. Kerim baja la voz, no hay nadie alrededor, pero lleva la prudencia a flor de piel. Luego insiste. Porque todo lo que ve usted aquí, de desecho, son símbolos de dominio. Yo no creí nunca en ninguno. Si le soy sincero mi fe estuvo más bien a la contra. Ser invadidos por aquellas bestias de la esvástica que querían comerse el mundo, pillándome aún joven, a mí me resultaba insoportable. Entonces tuve fe contra ellos y participé en echarlos. Lo que pasó después era tratar de acomodarse, salvar la vida cotidiana, y más en mis circunstancias de mutilado. De lo último prefiero no hablar, aún dura la amargura entre los nuestros y, además, no crea, no todos ven con buenos ojos que me dedique a vender a turistas las reliquias de otros tiempos. ¿De verdad que no desea nada? Piénselo, mañana también estaré por aquí. Podemos incluso tomarnos un té. Por hablarle de mi vida no le cobraré. Tengo un tope, ¿sabe? Con la memoria nunca juego. Nunca pongo precio a las alegrías y a los sufrimientos del pasado. Al mirarme fijamente el bueno de Kerim observo que tiene unas arraigadas cataratas en sus ojos. Me parece un tipo noble y entero que no explota su humildad y, probablemente, sus escasos recursos. Puede que vuelva mañana de nuevo, le digo. Que el paso del día sea contigo, me dice. Me sorprende su invocación original. Con razón había dicho que era un hombre a la contra.      



(Fotografía de Inés González)



14 comentarios:

  1. La dignidad no tiene precio. Dignidad ocurre por hálito vital coherente. Nada que ver con el orgullo, que se alimenta de cierta necia soberbia del ego. Cuant@s confundirán ambos conceptos.!? El chamarilero, como tantos de sus personajes: muy acertado.

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    1. Un descreído en un espacio donde se mataron entre fes religiosas y políticas.

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  2. Qué bien lo consigues describir! tanto como a sus pasadas circunstancias. De las guerras y las dictaduras, sólo quedan trastos... y mutilaciones, claro.
    =(
    Un abrazo

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    1. Las mutilaciones, de órganos o de pensamiento mental, son las peores, no te quepa duda.

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  3. Las cosas tienen precio, las personas dignidad.
    esa es una frase que Begoña R., Dra en Bioética siempre nos comunica.
    Salut

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    1. No sé ya. Siempre he visto que las personas tienen su precio. Algunas no lo han aceptado. Tengo dudas también que la dignidad se valore hoy día. La gente se ríe de quien no se ha prestado a algún servicio o favor. Te pondría contar tantos casos de no reconocimiento cuando crees que has obrado con dignidad...

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  4. Perdón, es que he tenido problemas en la página. He intentado escribier tres veces pero no ha habido manera de poderlo hacer.
    Al igual sale algún comentario repetido.
    Lo siento.

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    1. Pues de momento, no. Ha habido suerte, Miquel. Contra viento y marea siempre.

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  5. Cierto, la dignidad no tiene precio, se queda.
    Me ha gustado especialmente ese no jugar con la memoria ni ponerle precio a las alegrías y a los sufrimientos del pasado. Íntegro y digno, espero que el turista volviera.
    Un saludo

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    1. Tal vez sea un término absoluto, ese de dignidad, que no está reconocido siempre ni florece a todas horas, en un mundo de trueque permanente, donde lo que vale es lo que damos y obtenemos, y sin embargo algo late en nuestro entorno que nos permite olerlo, digamos. Saludo.

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  6. Las viejas pertenencias me producen tristeza. Objetos que convivieron con personas desparecidas, paisajes ornamentales y domésticos que transitaron por varias vidas.
    Claro que no tiene precio la dignidad, nada de lo que es intangible se mide en dinero. Una jofaina, tal vez; el amor, la lealtad, la amistad, la ética jamás pueden comprarse ni venderse, como el cariño verdadero.
    A ver si llega el comentario porque está fallando blogger.

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    1. Ha llegado, ha llegado, ya sé que últimamente se observan muchos fallos del sistema, no sé qué pasará. Ahora que dices lo de las pertenencias a la venta, bueno, la mayoría ya son mercancía de chamarileros, pero a veces gente normal te vende en la calle. Hace años me pasó en la capital de Bohemia, y entre otros objetos menudos nada menos que cartas y postales de principios del XX, o permisos de circulación cuando el protectorado nazi, con sus sellos, su caligrafía impecable...de la mano de un viejito. Aquello nos impresionó mucho.

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  7. Encuentro demasiado hablador al señor de las antigüedades para ser de tal ciudad.Claro que siempre hay gente que necesita desahogarse con un desconocido y lo que cuenta es interesante. Seguiré en la onda.

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    1. Hay que crear personajes diferentes, ¿no? ¿Por qué no debería haber gente confiada en otras partes, aunque sean de geografía más fría y hayan pasado por pruebas de fuego?

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