sábado, 18 de marzo de 2017

Vade retro, olvido




Encuentro este libro, mejor dicho, me encuentro con este libro, editado hace unos años. Un libro no es algo que sólo cae en nuestras manos. Es también y, en este caso u otros sobre todo, un libro con el que, acerca del cual, a través del que, por medio de...nos topamos con hallazgos que afectan al relato de nuestro propio pasado y a las consecuencias de haber vivido una época, un país, una serie de ámbitos, una multiplicidad de relaciones humanas en fin.

No siempre, ni mucho menos, un libro cuenta la verdad. Cuenta la versión de un autor o las versiones recogidas que pueden ser solo testimonios, que ya es mucho, pero no interpretaciones, lo cual es más complicado. Pero yo no traigo aquí un libro determinado por el contenido, que en este caso, fuera del marco de mi ciudad a pocos interesará, sino para hacer cierta reflexión muy simple. Tiempos de vade retro, de batallas ilusas y guerras perdidas, de confraternización amable y debates no siempre con los pies en la tierra y el horizonte como perspectiva. Explicarse no debe ser nunca justificarse, aunque ambos ejercicios deban tener lugar.

Miro la portada del libro y en lo que pienso realmente y con interés no es en el acontecer de algunas historias arriesgadas que el autor osa narrar, con mayor o menor acierto, no obstante la buen voluntad por contarlas, acerca de individuos conocidos u otros sobre los que apenas oí hablar. La portada me invita a un cálculo aritmético muy sencillo. Menos épico, menos político, pero no más trivial. Y me pregunto. De las once personas que figuran en la portada, ¿cuántas quedan vivas? Extiendo la palma y utilizo los dedos como en un aprendizaje. Una, dos, tres...¡cuatro! ¿Cómo? Repaso, no puede ser que me haya equivocado. Contar las vidas no es como contar las cuentas. Una, dos, tres...¡cuatro! Vuelvo a recontar. Pero si toda esta gente es de hace unos días, que en realidad de unas pocas décadas, me digo. No, no yerro. Y como de uno de los fotografiados no sé nada, dudo: pues podrían ser tres. Es decir, que siete u ocho de los que se muestran ya no están vivos. Ni andan en esta vida ni en ninguna otra, bueno sí, en la del recuerdo mientras esté quien los recuerde; en la de la memoria, más o menos certificada, mientras quede alguien que aún pueda contarlo.

Y así todo. Y así siempre. La vida, como los relatos, como los libros, como las palabras, como los wassaps, se vuelve obsoleta. Las imágenes son solo paradojas. La nada nos espera a cada cual y el eco, como todos los ecos, ni siquiera resonarán algún día. De hecho, poco ecos auténticos se escuchan ya.





4 comentarios:

  1. Apenas podemos intentar prolongar un poco más esos ecos...
    Un abrazo

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    1. Y asumir los límites de lo vivido y lo relatado. Otras historias vendrán, ineludiblemente.

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  2. ¿Porqué se me da que idealizamos situaciones y personajes a años vista ?
    La historia nos juega malas pasadas, y cierto es que no es lo mismo ser vencedor que vencido, porque además aportamos venganzas.
    No se que es lo que hubiera pasado si hubieran ganado los "otros", pero de seguro hubieramos encontrado algún libro hablando con idealización de aquellos que lucharon contra lo habido.
    La única verdad es que el tiempo pasa y esconde sus tretas y que todos llevamos el camino de aquellos que vemos en las fotos y que sabemos que ya no están.

    Salut


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    1. Porque la vida es compromiso sentimental, emocional, donde apostamos duro. Es inevitable idealizar primero y luego reflexionar y sacar conclusiones tipo Fackel, que nos espera el olvido.

      De todos modos ese libro no idealiza nada. Es una crónica de un tiempo. Y menciona, con algunos que otros errores, personas, situaciones, organizaciones, proyectos, etc. Es de hace varios años. Y el goteo de gente que se muere es constante, hermano. También pasa con los que no se involucraron o con quienes estuvieron en planos de menos responsabilidad.

      Salut siempre.

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