Del asunto del cartapacio de herr Gustav no lo he contado todo, ni todo lo que he dicho era verdad. La modelo nunca llegó a hacer barcos de papel con sus páginas y aunque el Danubio le pillaba al lado prefirió que los esbozos llegaran a mis manos a través del Rhin. Ignoro cómo ríos tan distantes tuvieron que ver en el viaje y destino de los dibujos. Es curioso cómo se produce el rumbo cambiante de las geografías cuando los seres humanos entran en acción. No es que desplacen el medio natural exactamente, aunque lo modifiquen en cierta forma, cada vez más incisiva según vamos comprobando. Pero la presencia de humanos, no importa dónde habiten o migren estos, genera nuevas geografías cuyas coordenadas son emocionales, sensoriales e incluso afectivas. Altitudes y latitudes, meridianos y paralelos, trópicos o hemisferios, que afianzan, siquiera de manera efímera, localizaciones imprevistas e inimaginables. Siempre he considerado que los vínculos que establecen los individuos, o bien sus tentativas de aproximación, asientan territorios no menos físicos sobre los naturales o sobre los constituidos anteriormente en forma de urbe. Un símil sublime. Si un individuo es una ciudad, no importa que sea modesta, dos seres pueden constituir megalópolis. La riqueza interior de dos personas les atrae y les hace rechazarse en la medida en que descubren sus propio potencial independiente. De la historia entre el artista y la modelo, y hay muchas narraciones al respecto no solo sobre este caso sino en general en el ámbito de la actitividad artística, no es lo más reseñable que un relativo azar les pusiera en contacto. Lo más interesante fue de qué manera posó el uno para la otra durante varias semanas, acaso meses. Sí, no solo era la modelo la que exhibía su personalidad ante el artista, y no era únicamente el cuerpo lo que mostraba permanentemente para que el otro ejecutara sus apuntes. Así mismo el abnegado creador de imágenes, desde su mutismo laboral y entregado, también proporcionaba un determinado tipo de pose a la mujer. Cómo llegaron a sentir el uno sobre el otro y a hablar con el lenguaje de las pasiones, aun manteniendo las apariencias que les exigía respetar límites o, al menos, impedir que trascendieran sus sentimientos mutuos, es algo que apenas conozco vagamente.
Comentaré unas palabras demasiado manidas y vulgares ante las presentes y sabias palabras de esta entrada: "así es la vida", o al menos "así parece" ¿no?
ResponderEliminarUn apunte: bello rostro el de la nueva cabecera de blog. Observo con agrado que nos fijamos de manera semejante en determinados ángulos. Esa gorra me recuerda a la persona más visceralmente familiar que conozco poseedora por dos motes: "la de la coleta y la de la gorrita". Jajjj. A buen recaudo permanecen todas las boinas, gorras y sombreretes de diverso orden porque me da cierto pudor lucirlas entre canas. Aquella niña debió morirse aunque no pare de berrear desde los intestinos,en vano evidentemente. Ahora dotada con manto de invisibilidad con un par de orejeras para el frío y el viento se las apaña.
Así es y así parece, obvio el manido "si os". Parecer también es ser. La foto de cabecera, no sé, uno se deja influir por las cosas que lee y entonces reacciona con sus maneras de homenaje. ¿Qué leí? "Lo que no puedo olvidar", se titula, memorias, autobiografías de una mujer que sufrió.
EliminarEn las aguas territoriales de la humanidad, pocos autobiografías habrá que no tengan -y revisen- su cuota de sufrimiento. A veces todo es tan incierto y nebuloso que parece más real la literatura que la vida.
ResponderEliminarEs que lo real se oculta o se obvia o se desvirtúa, pero la vida no tiene parangón en cuanto a la dosis de sufrimiento de tantos seres. La literatura es un reflejo desfigurado de cuanto se vive. Algunos ni siquiera hacen filigranas literarias. Narran cuanto les aconteció.
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