Ellas. Parecen dos gotas de agua. No porque sean gemelas, pues no lo son. No porque tengan costumbres semejantes, porque tampoco las tienen. No porque sus gustos parezcan los mismos, ya que siempre hay diferencias. Son dos gotas por la necesidad que ambas sienten de aproximarse. Poner otro verbo que califique es arriesgado. Ellas no creen que una mera palabra pueda definir lo profundo, la necesidad. Ellas saben que las palabras son vehículos que acaban instalando un lenguaje convencional a través del cual los individuos creen entenderse. Ellas se reconocen en el sentido de estar. No de ser, otro vocablo convencional, amplio, impreciso, que dispersa. Aunque los humanos lo reduzcan y le apliquen categorías abstractas. Se han bajado del tranvía 15 en la parada de Alcântara, a dos pasos de la vieja fábrica. Ellas quieren estar. Juntas tampoco es un término exacto. Desean estar la una en la otra sin dejar de estar en sí mismas. Saben por experiencia que lo que se denomina como junto acaba siendo forzado. Ellas quieren dejar a salvo siempre su unicidad. Yo te necesito y este es el momento, parece decir una a otra. Si tu momento de necesidad es ahora podemos estar. Si no, volveremos a hacernos la propuesta. No es que lo argumenten verbalmente. Con la sencillez de las miradas se bastan. La sencillez siempre es también una simulación. Dos personas que se miran pueden resbalar en su observación o pueden quedar fijadas. No solamente es la mirada. Son giros, acciones del cuerpo, gestos, actitudes. Toma este libro para que leas, dice una a otra. Pero en realidad está diciendo: toma este libro para que leas en ti. Ellas son lectoras apasionadas y cuando pasan la página de las caricias, por ejemplo, saben que están desarrollando un guión. Que avanzan en él, que lo enriquecen. Que no están pendientes del desenlace. Que se demoran. Han pedido una habitación en el pequeño hotel de la antigua textil. Habían empezado una novela, su novela. Cada una va a leer para la otra pero en realidad lo harán para sí mismas. Nadie reemplaza a otro en la lectura de un texto imaginario. Nadie sustituye las letras vitales del otro. Porque un libro nunca contiene una sola historia. La historia que ellas elijan va a depender también de la necesidad.
Hermoso texto, Fackel y hermosa trama la que cuentas. Curiosa y hermosa.
ResponderEliminarDeleitarse en cada página y crear letra a letra el guión.
Un abrazo.
Encontrar diversas lecturas, tal vez, no todas de tinta y papel.
EliminarPrecioso... sin palabras
ResponderEliminarOh, solo se trata de ser receptivo...Gracias por parar a leer, profe. Ah, y retoma el blog, siempre fue muy sustancioso.
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