viernes, 2 de septiembre de 2016

Aquellos estos árboles, 39





"Déjame así, con esta carne oscura,
como un árbol, de pronto, que no crece
porque ha sentido al mar. Ya no pregunto:
brama tu palpitar sobre mi frente".


José Luis Hidalgo, de Los muertos.



A veces esa percepción infundada de que todo se detiene dentro de uno mismo. Fantasía de que lo demás no está ya o al menos no para nosotros. Diversos nombres, sorteando matices. Reunión o dispersión. Parada. Quietud. Ausencia. Carencia. Olvido. Caída. Soledad. Desaparición. Muerte. Basta un retorcijón de tripas pasajero o un tirón muscular inocuo o una cefalea veloz o un leve cosquilleo para situarnos de nuevo en la conciencia del propio movimiento vital. La insólita sensación de nuestro vacío quiebra. Respiramos profundamente. Aletea una sonrisa de labios para adentro. No era para tanto, pensamos. Fue para tanto, y ya no podremos pensarlo, será la otra opción de la que alguna vez no seremos testigos sino víctimas.




(Fotografía de Duane Michals)


4 comentarios:

  1. ¡Fue para tanto pero nada dura demasiado!

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    1. Acaso. Pero hay veces que se está tan cansado que uno mete la mano en la urna de los nombres para ver qué papeleta sale.

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  2. La verdadera sabiduría está en aprender a superar el trauma de lo terrible. Hallar esperanza aún frente al final. Saber agradecer lo bueno que se tuvo y prepararse para enfrentar sin odios lo que venga.
    Claro que es más fácil decirlo que hacerlo, obvio.

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    1. Uf, te he escuchado con atención. Incluso lo registro como tratado de saber sobrevivir para uso de los años que me queden. Hay partes que ya he cumplido, pero no estoy seguro de que sepa aceptar el infortunio.

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