jueves, 28 de abril de 2016

Aquellos estos árboles, 5




El humano necesita recibir avisos del azar. En forma de error, de desliz, de rotura, de fallo, de despiste, de caída, de herida, de pérdida. Creo en esos avisos que nos sitúan en el terreno en que el hombre es más auténtico. En el de su fragilidad. Uno se sobrepone a ellos antes o después y aprende. Son avisos que nos rebajan, nos desvisten, nos muestran la inconsistencia, nos derriban del pedestal que cada uno tiene erigido para su narcisista contemplación, nos iluminan, nos enderezan, nos hacen conocernos más porque hablan más de nosotros que los algodones de la cuna. No pongo ejemplos. También advierto que no es agradable, obviamente, recibir cualquiera de esos avisos, que no se desean y que tratamos de regatear. Pero las leyes físicas están ahí y en cualquier momento nos llega la bofetada. A veces esos avisos incluso pueden repetirse en poco tiempo. Algunos individuos, entre los que me hallo, consideramos que hemos recorrido gran parte del abanico de esos términos en que se manifiestan, y que citaba al principio. Y, sin embargo, aquí estamos. En cierto modo rehabilitados ante nosotros mismos. Porque solo fuimos puros cuando no teníamos experiencia todavía. No, no es el inexistente buen camino el que enseña al hombre a vivir, sino aquel que está más o menos ahíto de dificultades, el que su dirección queda oculta por el ramaje, el que recibe el eco de voces de monstruos, el que llega a cruzarse con otras sendas despistándonos de la elección o simplemente donde la huella del recorrido se borra de improviso. A uno no le queda más remedio que elaborar su propia guía de perplejos si quiere sobrevivir.



  
(Escultura de Sebastiá Roig, tomada de http://elojoheterotopico.blogspot.com.es/ )



10 comentarios:

  1. De las casualidades, del azar y de las causalidades tendríamos tema para rato.
    Hay que creer en lo incógnito para aceptar una serie de cosas, y mucho me temo que en la vida sólo aparecen realidades.
    Un abrazo
    Salut

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    1. Pero tanto las casualidades como las causalidades, que no están enfrentadas, son parte de la realidad. Vivimos tratando de prever al máximo, organizarnos, cumplir leyes, funcionar más o menos maquinalmente. Cuando algo falla, probablemente también por causalidades y factores varios que no hemos sabido detectar a tiempo, nos descolocamos. Sobre el precio a pagar por ello...pues ahí está, desde algo menor hasta la muerte. Cuantas veces hemos oído: yo no quería. El caos es compañero de nuestras vidas día a día. Controlar todos y cada uno de los factores que lo alientan es imposible. La accidentalidad nos persigue. El lenguaje siempre es convencional. Pero nuestro mundo emocional suele verse herido cuando sufrimos el golpe.

      Salut para el viernes.

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    2. Tremebundo. Al hilo de la cuestión, esta semana me toca jugar a las abuelitas. Ya son dos preadolescentes y lo que veo venir me da mucha pena y no solo en el terreno social ni medioambiental. Querría prepararles algo pero no me es permitido. Los veo estupidificados y solo pretendo que escuchen para cuando les toque vivir recuerden el aviso. Algo semejante a lo que mi padre hizo conmigo, imagino, lo cual no me impidió experimentar la vida.
      "Tacazo gordo" jajjj pues menos mal que por mi parte intenté practicar la selección genética, jajjj o será que somos "portadores de valores peremnemente jodidos" Asumido. No queda otra salida antiperjudicial que la hilaridad hacia la personificación propia y ajena. Al menos he conseguido no vivir maquinalmente, aunque a veces ello resulte cómodo, pero en exceso aburrido para el papelito de centaura floreada que me tocó en este pueril teatrito.

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    3. La hilaridad, que no falte, MJ.

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  2. No se me confunda hilaridad con falta de sentimiento. Al contrario cuando alcanzo la cima de la impotencia de pura pena no me queda mejor manera que reírme de mi persona y las circunstancias para aliviar peso y despersonalizar, me temo.
    Jajjj se dice que resulta condición femenina eso de hacer lo contrario de lo típicamente esperado, pero no, me parece que se trata de una de tantas contradicciones presentes en la naturaleza.

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    1. Es muy sano ese ejercicio. Uno mismo debe ser el objeto principal de la risa, y cada uno sabe sus límites, y aunque se traspasen lo cierto es que no compromete. El sentimiento, como bien dices, no debe confundirse, va por otros vericuetos.

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  3. Quedarse perplejo...y suspirar ( todo un lujo). Sagardiana

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    1. Pues sí, perplejo quedo yo también, qué sorpresa tu aparición.

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  4. Qué cierto es que de repente os llega la bofetada...y todo se tambalea y todo toma otra dimension, los valores se tambalean, las prioridades se alteran y somos conscientes en nuestra piel de la fragilidad de la vida. Y además, las bofetadas suelen venir por pares como mínimo. Que cierto es.

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    1. Las bofetadas tienen rostros diversos, pero reconozco que aquellas no especialmente graves, pero que causan su correspondiente trastorno, me hacen meditar bastante. Y dejarme en mal estado algunos días, también. Siempre sirven para delimitar valores, significados, aspiraciones y conductas. Se ve que como no sabemos caer del caballo de la soberbia por las buenas se necesita el accidente del camino que irrite y descoloque a la bestia.

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