No, los polis y los espías ya no van así desde hace décadas. El último, el de la foto, quedó petrificado cuando disolvieron la brigada y le largaron al paro, y por ahí anda ganándose la vida como estatua de sal. Porque, y eso no los han contado los historiadores de la Transición, a los secretas que miraron atrás, cargados de nostalgia por los buenos tiempos represivos, los de antes, quiero decir, les sucedió lo que a la mujer de Lot. El sistema fue implacable con ellos. Quién lo iba a decir, a pesar de los servicios prestados. Nada de mirar pues a tu espalda y ver al hombre de la trinchera, no obstante aquel mimado esmero por pasar desapercibido. Hoy el espionaje ha introducido modelos diferentes. Más descarados y voyeurs, si se quiere y, por lo tanto, tal vez más efectivos. Porque, por ejemplo, hay espacios donde en la intimidad los primates evolucionados en humanos somos proclives a pensar, a hojear un libro, a consultar wasap, a disponer la higiene intestinal, a hacer cálculos trigonométricos, a planear citas, en definitiva, a tener tentaciones y a fantasear, que para eso hace algún tiempo bajamos del árbol. He pillado in fraganti a uno de esos nuevos ejemplares puestos en circulación por Big Brother para el control de cuerpos y almas (aquí Maxence Van der Meersch se me ha hecho melancolía) No sé si habrá obtenido mucha información de mi presencia en el templo evacuatorio, pero la verdad es que con esa carita inocente le dan ganas a uno de perdonarle la intromisión.
A veces a uno le da por pensar que es verdad...
ResponderEliminarEn el mundo de ilusiones nada es verdad ni mentira, pero Big Brother ha trastocado el panorama, acaso incluso reducido.
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