Los conceptos de unión y de separación siempre me parecieron maniqueos en esta vida. No hablo de la estricta política al uso, arte de entendimiento colectivo abortado hace tiempo para ser presa del intrincado engranaje de los seductivos. Hablo del juego de aproximación y alejamiento, de la cesión y la concesión, de la entrega y el recibimiento, de la llegada y la partida, de la aceptación y el repudio, de la exigencia y la negación, del avance y el retroceso, de la ensoñación y el despertar. Ese juego lo han practicado sociedades e individuos, amantes y amados, padres e hijos, Estados y tribus, compradores y vendedores, maestros y alumnos. Y etcétera. Se distancian los que están cerca; se aproximan los que están lejanos; se quieren los que se odiaban; se enemistan los que se entendían; se combaten los que fueron aliados y se alían los que habían sido enemigos. Son las permanentes reglas de la atracción y el rechazo que todo roce o vínculo trae consigo sea cual sea la forma de institución formal en unas relaciones entre humanos. Unión y separación son conceptos de ida y vuelta. Y muy mediatizados por formas de poder e intervenidos por la enrevesada maquinaria del control social de las élites. A su vez los humanos en lid se inventan justificaciones, anacronismos y euforias sentimentales. La noción del deseo insatisfecho puede hacer perder el sentido de preservación de la propia salud y hacer peligrar un futuro que acaso está exigiendo otras coordenadas. Pero ese juego no tiene lugar a partir de la frontera de un río o de una cordillera o de un desierto. Se juega en las calles de cualquier población, se pasea por todos los ámbitos, se cuela en los hogares, se desliza por espacios laborales, se alterna entre simples individuos, bulle en la sangre de uno solo de nosotros. Lo preocupante del juego es cuando no sabemos si tiene lugar cuando soñamos o cuando estamos despiertos.
(Pase lo que pase en Cataluña, mis amigos catalanes seguirán siendo mis amigos catalanes. Al menos por mi parte. Guardaba en un armario una barretina que me regaló hace muchos años una de esas amistades. También guardo boinas que usaron personas de mi familia y acaso un par de sombreros. Algún día los rescataré como hallazgos. La barretina hoy es un elemento simbólico, pero la prenda no es nada novedosa. Los frigios la usaban, los marineros también y la iconografía del 1789 francés la elevó a los cielos del republicanismo. Del gorro catalán lo que más me gusta son los colores. Pero ya se ve que hoy día el rojo y el negro no movilizan)
Que por el vampirismo ideológico nacionalista, Cataluña sea objeto de secesión y ruptura un acto muy grave porque afecta a la convivencia colectiva. Se ha creado una historia falsa, una mitología de ADN que nunca existió y se solapan el mal gobierno y el incumplimiento de un marco legal aprobado en 1978 por la mayoría de los partidos. Con Cataluña, siempre, como parte de España, como elemento esencial de una geografía compartida en el tiempo y en el ideario cultural de muchas generaciones. Un abrazo, Fackel.
ResponderEliminarHay toda una mitología política en el nacionalismo, obviamente, como en todas las formaciones ideológicas y estratégicas. Por otra parte ya se sabe que en la cuestión citada, como en todas las que llevan conflicto en su propia evolución, es aquello de "dos no riñen si uno no quiere". A veces tengo la sensación de que en ese asunto han querido los dos reñir, me refiero a las élites burguesas de Cataluña y de España, entregadas a formaciones políticas excesivamente rígidas. Porque, y esto es lo que más me indigna, en Cataluña se está olvidando, al menos se ha relegado de momento, que la lucha de clases (que en parte tiene mucho de mito también) existe, que los intereses de clase siguen en vigor, que como en todo Estado, país o nación., la mayoría va a ser estafada por la élite del sistema. Si a todo lo que aspiran los seres humanos es a tener un Estado que, claro que cumple funciones organizativas y gestiona a su aire, pero releva y suplanta a las comunidades y al individuo, estamos apañados.
EliminarEn estas cosas como en casi todo creo ser muy pragmática. Ocurra lo que ocurra seguirán perteneciendo a la misma península. Observo la política en Portugal y..... Ahora bien, si la pela es la pela.......allá cada cual con su concepto y valores de la economía. Por supuesto tengo los propios y me consta que puedo llegar a ser tan exigente como la proyección de mi propia capacidad de administración y sacrificio.
ResponderEliminarUffff, . me consta, por experiencia, que los cómod@s y apoyatici@s no me soportarían. Extrapolemos a la cuestión colectiva y se comprenderá mi actitud libertaria y absolutamente practica.
Desde luego que seguirán en la misma península, aunque a veces los del interior estemos tentados a buscar también una península dentro de la península, pero eso es lo de menos. Un tipo de nacionalismo exacerba a otros y eso no es bueno para nadie. ¿No podríamos superarlos todos? Sigo en mis trece: las lecturas sobre nuestra ubicación humana se están derivando hacia los textos malos ya superados, o eso creíamos.
Eliminar"...se pasea por todos los ámbitos, se cuela en los hogares, se desliza por espacios laborales, se alterna entre simples individuos, bulle en la sangre de uno solo de nosotros..." Y hace que al final uno, que no lo desea, tome posición, aunque sólo sea para que no le toquen más las meninges.
ResponderEliminarCuando hablan en mi nombre, los unos y los otros, me fastidian. Soy laico, incluso en política.
Seguiremos teniendo relación, aunque no se si a los apátridas se les concede el honor de tenr pasaporte.
Salut
Siempre llevé muy mal que hablen en mi nombre. Cuando cualquier político lo hace lo están haciendo en falso, lo siento. Y así lleva uno toda su vida. Y lo peor no es que hablen en nuestro nombre, sino cuando hacen y deshacen en nuestro nombre, por ejemplo las barbaries de destrucción del tejido económico de un país o las guerras. Por ese camino andan las proclamas hacia los nuevos cielos y las nuevas tierras, todo entre comillas.
EliminarAh, si no se concede el pasaporte a los apátridas, fundaremos la patria de los apátridas, hala. (¿No pertenecemos muchos ya a ella?)
EliminarYa se ha visto en la historia que el fanatismo puede romper amistades e incluso familias; es algo que, llegado a cierto nivel, no se controla.Confío en el "seny" ( sentido común) del que se precian tanto los catalanes y en que se exponga claramente un programa económico- social previsto por el independentismo. Invitarnos a votar "independencia", no es garantía de bienestar.Independencia con un gobierno de derechas...¡ NO, gracias! Ya tenemos bastante con el PP.
ResponderEliminarEl problema de Cataluña no es España sino el gobierno de derechas de Convergencia aquí y el del PP en España.
Me quedo con tu párrafo final. Lo que nos cuesta entender a muchos es que tanta gente se deje seducir, hoy en Cataluña, mañana acaso en la reacción nacionalista española por análogas banderas.
EliminarTambién diré que lo que se denomina la cuestión catalana es también la cuestión española. La historia española tiene cuentas pendientes consigo misma desde hace siglos. El federalismo nunca fue aceptado, a ninguna de las élites le interesó jamás, todo se impuso a lo bestia en este país. Ni tradicionalistas, ni liberales, ni socialdemócratas ni comunistas creyeron nunca en la vertebración española. Así nos fue y nos va.
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