miércoles, 9 de septiembre de 2015

Hallazgos: estado de gracia















La vida es una pose. A cualquier edad y conforme a su rol los individuos se visten para las ocasiones, se recubren de símbolos y ponen cara más o menos de circunstancias, pensando en esa posteridad que se limitará a una fotografía enmarcada. Cualquiera de las poses que un individuo adquiera, sean de carácter religioso o laico, tiene su estado de gracia. Una mística detrás, un convencimiento a medias, una correspondencia con aquello que de él esperan sus superiores. El estado de gracia no necesariamente es un concepto del fideísmo, pues sabido es que muchas ideologías aparentemente librepensadoras han devenido en nuevas creencias cerradas que exigen de continuo ceremonias, liturgias, actos de contrición y demostraciones de fidelidad a prueba de dependencia. Exhibiciones de fuerza de lo que acaso no son sino procedimientos para conjurar la debilidad.  Comercio, política o las relaciones sociales más complejas se revisten cada día con la pose de la palabra, de las demostraciones de poder o con el productivismo más exultante. La vida es una pose y la pose es el altar de la apariencia y de la vanidad. Esas cambiantes actitudes humanas predispuestas a la infidelidad con el mismo hombre que las protagoniza. Incluso esa forma de transgresión que es la apostasía, se trate de un ente civil o religioso del cual se reniega, tiene algo de exhibición y formalidad con la que pretendemos airear una liberación definitiva. 


(Ni en estado de gracia le caía bien la ropa a aquel chico. Aunque en la foto no esté nada gracioso ni le aderece la sal y la pimienta. Poses de primera comunión, de escolar, de orla universitaria o de ceremonia de contrayentes han sido siempre traicionadas por una caída inadecuada del uniforme de turno. Puede que también por el corte de pelo ocasional, por las órdenes rigurosas del fotógrafo, la vigilancia extrema de unos padres o el nerviosismo interior de quien, en el fondo, no creía demasiado en lo que hacía, en lo que le mandaban hacer. Porque nos preparan desde niños para una sucesión interminable de poses y ay de nosotros si somos tan obedientes. Quienes obedecimos en tantas ocasiones por imposición y no por convencimiento sabemos muy bien de la necesidad inmediata de transgredir por los vericuetos más inexplorados de nosotros mismos. Al fin y al cabo el verdadero conocimiento es a la contra, por caminos desviados y traspasando la frontera entre lo marcado y lo fantástico. Algunos aún perseveramos en ello. ¿Con qué fin? No lo sé, supongo que es entrar en terrenos surrealistas. Acaso se trate de lo más acertado para que un día la pose muerte sea menos dolorosa)




6 comentarios:

  1. Querido amigo, yo encuentro la fotografía entrañable y es un fiel reflejo de una época en la que todos vimos cerquita de la tarima la foto del caudillo y el crucifijo...Reescribir el pasado es volver a habitar sus habitaciones con los ojos de la razón. La distancia siempre deforma o idealiza... Nosotros los de entonces, ya no somos los mismos. Un fuerte abrazo.

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    1. Pues sí, en las apariencias de la fotografía también se hallan las entrañas de un chaval, de una familia, de unos tiempos de silencio y obediencia, de una país, de una cultura secular.

      Me gusta esto: "Reescribir el pasado es volver a habitar sus habitaciones con los ojos de la razón" Reescribir, a estas alturas, es memoria, observación interior, análisis de causas y efectos, vamos todo. En el fondo, resulta maravilloso hacerlo. Naturalmente, acaso quien no saliera biemparado de todo aquello se sienta incapacitado, pero experiencia es porque aquello fue. No solo la distancia o las imágenes idealizan y deforman, incluso nuestros recuerdos se turban y perturban. Sí, José Luis, somos otros, siempre somos otros.

      Un abrazo.

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  2. Es que a veces posamos con gesto aprendido de las fotografías de otros. Un abrazo.

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    1. Obvio. Antes de que nos fotografiaran ya habíamos observado las poses de hermanos, primos y demás. Todo ha estado siempre tan estereotipado en este país de cuadrícula y redil...(pero con escapes)

      Un abrazo.

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  3. Ya comenzaba a distinguirse, pero seguramente era pronto para enterarse.

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