miércoles, 8 de julio de 2015

Autoerotismo


















Nos habitan fantasmas que ignoran nuestros tiempos y desprecian nuestros quehaceres. Unas veces adoptan la forma del diálogo del sueño. Otras la de un apetito improvisado que se recrea en imágenes que un día fueron tangibles, pero que se evaporaron. Hacen su aparición también nuevas fantasías que se aferran a alguna palabra o a una risa o a una sugerencia de lo que pudo ser y no fue. Walden llega hoy con una claridad cuyo recorrido es imprevisible. Proceda de donde proceda un gesto o un recuerdo, asevera Walden, la intención de lo imaginario es prolongar el significado intenso de los deseos y materializarlos aunque sean bajo el modelo de la incorporeidad. ¿Que es pura ilusión?, preguntarías dudando. Si sirve para desconocer las cicatrices o aliviar pesares la ilusión, por vana que sea, bien vale en su fugaz presencia. Podría poner nombres a las mujeres y a la vorágine que un día se cruzaron en mi senda, pero ¿a dónde conduciría eso? No pongas nombres, pero menciona el amor, le replico para aligerar cierta tensión que muestra mi amigo. ¿El amor?, dice él con una mueca resbaladiza y ajada. Su otro sustantivo es: evanescencia. En algunos casos ni se sabe si es un soplo o un asentamiento; tal es su clima inseguro y arriesgado. Esta noche me pregunté a mí mismo en un repente forzado por la calima: ¿cuánto hace desde que aquella mujer se ponía delante de ti la corbata sobre la piel de su cuello esbelto? Podría no haberme hecho la pregunta, pero la imagen acababa de resucitar entre mis neuronas muertas. Y esa misma imagen de pronto te produce un estremecimiento doble: el de la dicha y el de la pérdida. Te juro que extendí por un momento las manos en la oscuridad para palpar un cuerpo de vestal que solo habitaba en la memoria. Aquellas lágrimas de emoción lo eran también de alegría por lo que fue y pudo haber seguido siendo. Entonces, en lugar de flaquear, piensas algo que suena a plegaria pero que es gesto audaz: todo lo que viviste, te dices a ti mismo, no obstante su condición pasajera, es parte de los dones de la Tierra. Justifica el vivir.




(Fotografía de René Groebli)


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