miércoles, 17 de junio de 2015

Arácnida





















Te he contado alguna vez que es frecuente que sueñe con mi padre, ¿no?, salta Walden. Pues bien la otra noche mis horas de sueño se partieron en dos fases. En una tuvo lugar de nuevo un encuentro con mi padre; fue grato y cómplice, diría incluso que él parecía otro. Menos severo, más juvenil, más iconoclasta. Pero mi sorpresa fue que en la otra parte de la noche soñé con un sobrino, niño, con el que paseaba por caminos no explorados. Yo le decía: vamos a buscar la senda de los nidos de araña. Y me respondía: ¿daremos con ellos? Creo que me contagió la excitación por la búsqueda y que aunque no acabábamos de llegar hasta los nidos el sueño fue un diálogo donde unas veces las preguntas las hacía yo y respondía el niño, y a la inversa. No, dice muy serio Walden, los sueños no son sino acción que se traduce constantemente en palabras. Creo que en ellos la palabra resulta aún más poderosa que a este lado del sueño. Yo no me he atrevido a contradecirle, ni a ponerme en plan Jung o en cátedra Freud para sugerirle que su sueño de la otra noche no era sino una balanza donde se pesaba lo pretérito en un platillo y el futuro en otro. Porque ¿y si precisamente el fiel de esa balanza resulta ser la palabra? Como si me hubiera leído el pensamiento, Walden concluye, dado como es a extrapolar imágenes que a veces solo él entiende: la vida es una telaraña que no vemos.




6 comentarios:

  1. Esa imagen incita ternura. Lo cierto es que mi vida onírica siempre resultó mucho más gratificante y en general bastante bien hilada, si no comprendida inmediatamente el tiempo siempre lo acabaría aclarando.

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  2. Por aquí leyéndote, y no siempre encontrando la palabra que dejarte a cambio. Gracias, ésa es la palabra.

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    1. Pues es una palabra -y un concepto- suficiente por el que yo también estoy agradecido, Elena.

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  3. Efectivamente los sueños son en realidad una sucesión de frases sueltas, de monólogo inconexo, como lo son en realidad todods los monólogos, también los de vigilia, entre las que de vez en cuando se intercalan, como flashes, ciertas imágenes fijas, rara vez en movimiento. Más propiamente que verse el mar en los sueños, se sueña con la idea de "mar".

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    1. Mar: turbulenta acumulación de aguas sin fin donde navegamos y la más de las veces naufragamos. Gracias, Julian.

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