miércoles, 13 de mayo de 2015

Alienación (Ich Hatt Einen Kameraden o los cantos de la testosterona)
















Había pensado escribir una serie que se titulara algo así como Crónica de la testosterona, me comenta por sorpresa mi amigo. Naturalmente el repertorio sería tan amplio, tendría tanta proyección a través de los ciclos de la historia y de los espacios habitados que no sabría por dónde y cómo empezar. ¿Por el principio de los tiempos? ¿O de adelante para atrás? Cuando un fenómeno es una constante vital describirlo puede hacerse a saltos. Da igual qué momento escojas. ¿Caín y Abel, por echar mano del manido mito de la violencia en la tradición judeocristiana? ¿Un repaso al record Guiness en belicismos del siglo XX? ¿O el último desfile monstruoso de la Plaza Roja del Moscú actual? Podría simplemente fijarme en la huella de la testosterona en la cotidianidad del macho e incluso involucrarme en cómo siento yo mismo sus latigazos. Pero cuando el recurso de la testosterona se controla, organiza y dirige para formar ejércitos, imponer disciplinas, cultivar rituales que justifiquen las parafernalias al uso y, por último, volcarla junto con la adrenalina y otras sustancias naturales o provocadas del cuerpo humano para llevar a las gentes al matadero, la confusión me invade y uno desearía renegar de un don que puede acabar siendo una peste. Aunque al fin y al cabo, los cantos dulcificados de la testosterona acaben venciendo a los vencedores.

Sé por dónde va mi amigo Walden, y podría discutirle su breve discurso. Sin embargo, le animo: que intente esa historia. Aunque la misma testosterona y la barbarie de los imperios y las sociedades humanas yo creo que ya se le han adelantado.  








(Fotografía del principio, Lee Jeffries)


4 comentarios:

  1. Sin embargo, y a pesar de las chirriantes apariencias, todo ese belicismo fue posibilitado por hombres impotentes y fuerzas limitadas, porque como bien afirmaba Chesterton: "Una energía limitada siempre se traduce en violencia, la fuerza suprema se muestra en la levedad". Más les hubiera valido conducir su energía y su menguante sensibilidad hacia un violín (por ejemplo).

    Salud

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    1. Tal vez sea la impotencia y la bajeza de mentes la que conduce siempre a los desastres. Chesterton siempre tan acertado. Pero la historia de la violencia institucionalizada no cesa, paralela a a la otra.

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  2. al igual que jugar a las "damas" en lugar de "ajedrez", hacer la guerra es más fácil que dar de comer a los millones de hambrientos que andan arrastrándose por el mundo
    .
    Discépolo tenía razón, más allá de su anarquismo, el mundo fue y será una porquería...
    .
    mantengamos las reservas morales necesarias para estremecernos sin sacar demasiado la cabeza de la trinchera,
    un abrazo

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    1. No sólo es fácil: es que el gran negocio son las guerras, caiga quien caiga, lo son al prepararse, durante y tras ellas mismas. Hay negocio en cada fase de las grandes bestialidades humanas. Cuesta mantener reservas en un tiempo y mundo en que sospecho que estamos tan vendidos como la Humanidad lo estuvo anteriormente. Salud.

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