jueves, 28 de mayo de 2015

Abel-Atapuerca











El mito del Génesis nombra al primer asesino, Caín, y a la primera víctima, Abel, de la historia de la humanidad. Naturalmente, es el mito judeocristiano, y también el cuento de la reducción. En cuanto mito tenemos que traducirlo como representación figurada y en singular de algo plural y extenso: la conducta biológica humana, en sí naturaleza animal, de la que no nos desprenderemos jamás, y en añadido el propio sistema de supervivencia y transformación generado a lo largo de miles de años por la especie, a lo cual llamamos cultura.  No son opuestas la naturaleza y la cultura, ésta procede de aquella, con la cual convive, pero si se quiere llamemos al fenómeno simbiosis. Caín y Abel es uno de los ejemplos de la simplificación que se extiende a través de la narración oral, tal vez para hacerla más transmisible, al menos en el principio de nuestros tiempos culturales. Más tarde transcrita al lenguaje de alfabeto, como todo en la experiencia humana. Sin narraciones, ¿habrían prosperado no solo la creación literaria y artística sino también los negocios, las leyes, las instituciones, el conocimiento, las técnicas, en fin, todo el corsé y el trasfondo de las sociedades?

Pues ahora van esos científicos iconoclastas de Atapuerca y nos dicen que un cráneo de hace más de cuatrocientos mil años tiene heridas letales causadas por otro individuo de su especie. Esos investigadores empeñados en demostrar que la larga marcha humana es más compleja que un mito, más que una reducción interesada para domeñar a fieles, súbditos y esclavos. Otra alegría más. Francamente, la ciencia proporciona hoy día más satisfacciones que las filosofías tradicionales, y no te digo que el oscurantismo de las religiones, y poco puede aportarnos el pensamiento tradicional si no se cala hasta el tuétano del significado de cuanto se va descubriendo y, sobre todo, comprobando. Que un cráneo muestre la violencia ejercida por otro individuo es novedad en cuanto al hallazgo en sí, no en cuanto a lo que siempre se ha dado como hecho: la agresividad latente desde nuestros orígenes. Lo vergonzoso no sería tanto la violencia que ya tenía lugar hace miles de años; lo aberrante es que perdure en nuestros días, ¿sin visos de eliminación?




2 comentarios:

  1. Cultura: La pátina del tiempo, rásquese con ganas y ya se ve...

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