viernes, 6 de marzo de 2015

Post scriptum: extraño suceso













Qué dispersión tan gratificante. Quebrar la monotonía de los días, admirar a la juventud, tan ajena a las preocupaciones, permitirnos todos pequeños caprichos. Onarchos está teniendo una atención con nosotros que ya quisiéramos encontrar en Mitilene. Hace bien Safo en corresponderle con el encanto y la enjundia de sus conversaciones; ahí ella parece la alumna que deslumbra al viejo maestro con su particular manera de ir entendiendo la vida. La luz de esta costa es semejante a la nuestra, aunque las aguas se argentan más intensamente y soplan vientos con otra consistencia, menos densos pero con más remolinos. Zenais, la joven esposa de Onarchos, no se separa de mí ni a sol ni a sombra. Que si un día quiere que vayamos al amanecer a visitar unos pequeños templos rupestres. Que si otro desea que presencie la salida de los pescadores en la plenitud de la noche. Y todas las tardes hace que no me pierda la estampa del ocaso desde el acantilado de las rocas que parecen árboles. Este atardecer me ha dado su personal visión de la belleza del crepúsculo. Dice que el sol, al alejarse, dibuja todos los colores del Hades y deja a los mortales en la orfandad más absoluta. Yo le he respondido que su opinión es pura poesía y que seguramente al otro lado de la vida no hay colores tan hermosos. ¿Merecerían la pena los días sin esta huida de la luz?, cuestiona de pronto, y observo en la pregunta cierto tono melancólico. Le respondo que la huida es uno de los rostros de la muerte, pero que a diferencia de la partida inexorable las huidas nos permiten renacer cada día. Y, por lo tanto, seguir estando. Ella entonces me ha mirado fijamente con sus ojos oscuros. Desde lo más profundo de ellos me ha preguntado: ¿Hacia dónde partirías tú sin tener que morir del todo? 

Sólo silencio. Yo no podía entender cómo teniendo ante nuestros cuerpos la belleza del día que se iba nos apartábamos de su contemplación. ¿Buscábamos en nuestras mutuas miradas el ocaso o el amanecer?



(Fotografía de Herbert List)

 

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