Icteo, con el que me encuentro al volver del ágora, se para: ¿Llegará alguna vez la calma de los dioses? Yo le digo: sus desencuentros no nos afectan, pues jamás fuimos nada para ellos. Él me sonríe acremente, con un gesto oblicuo de la boca. De la actitud vehemente de Icteo, que es un hombre juicioso, deduzco que acechan imprecisas oscuridades.
Las oscuridades son un rollo, seguro que él saldrá airoso, besos.
ResponderEliminar¿Por qué son un rollo?
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