domingo, 4 de enero de 2015

Post scriptum: anónimo












Cuánto les gusta jugar a tus discípulas, amiga. Es signo de juventud y por lo tanto también de exploración. Creen perturbarme con sus mensajes anónimos y yo aparento que me dejo impresionar. En uno de ellos: "Hay una estatua en el templo de Apolo que se parece a ti. El mismo rostro de pómulos salientes que tú tienes, idéntica barba puntiaguda, los cabellos ensortijados y largos, el cuello marcado por la nuez. Todo resulta ser la encarnación de tu imagen. Pero principalmente el torso henchido y una actitud insinuante del porte, ante la cual una debe hacerse a un lado para no verse sometida a tu conquista. Hasta el mármol parece estar desprovisto de la frialdad habitual y al poner mi mano en el brazo extendido de la estatua he sentido un estremecimiento. ¿Acaso una figura como ésta no ha sido esculpida al otro lado del océano? ¿Cómo podría saber el artista lejano que tras ella no solo hay piedra o un símbolo sino un hombre de verdad? Ciertamente, los artistas deben estar orientados por los dioses. Puesto que eligen hacer las mejores obras para el templo. Por mi parte preferiría que el lugar de peregrinación fuera otro y la estatua diera paso al hombre adulto de carne y hueso que se resiste a dejar de ser efebo".

No me molesta este tipo de entretenimientos. Aunque no sé si quienes los inician se dan cuenta de que pueden acabar atrapados en ellos. Si eso es lo que les divierte no te quepa duda alguna de que yo seguiré su juego. 


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