El loco de la pequeña ciudad suele deambular por las terrazas de los cafés. Hace equilibrios entre las mesas y quienes no le conocen se hacen a un lado, inquietos. No pide. Ordinariamente no se dirige a nadie en particular, como mucho tiene conatos que pone en alerta a los más desconfiados. Su especialidad traviesa es incomodar a la gente pudiente que visita la catedral y sus aledaños. Lo hace simplemente con su mera presencia gesticular, hablando inconexo pero en voz elevada consigo mismo. Nada más lejos de su intención hacer daño a nadie, pues tiene muy claro que el papel de un loco no reside en la maldad. Los camareros hacen guiños al loco, incitándole a que vaya hacia aquella mesa o hacia la otra, sobre todo si hay una chica atractiva. Hay una velada complicidad entre el loco y los camareros, que guardan para él bocadillos y a veces le dan la propina que ha dejado algún cliente. El hombre, cuya jornada transcurre de sol a sol por las calles del casco antiguo, a veces disimula su condición y se ofrece para mostrar un monumento o indicar la ruta a seguir. Su mayor locura es aparentar estar cuerdo, lo cual practica escasamente porque le agota. Si no se supiera que es un orate podría pasar por bufón, y entonces la gente le aplaudiría. Pero él hace valer su naturaleza, pues cree que ésta ya lleva implícita su rol histriónico. Así que no reprime su teatralidad, invocando preces, impartiendo bendiciones, vendiendo desde las palmas abiertas de sus manos productos imaginarios, echando bufos contra las autoridades del lugar, suplicando a distancia a las damas un perdón impreciso. Una joven transeúnte tiene la delicadeza, o acaso la fragilidad caritativa, de escuchar atentamente al pobre hombre. No se sabe qué le ha dicho el loco a la chica, pero ésta se ha puesto a dar saltos a su lado y ambos toman la corredera que va hacia la vieja muralla. La chica tiene ojos tristes y cuando la mira el hombre ilumina los suyos y con ese gesto parece que ha rescatado toda la alegría del mundo. Ya en extramuros, ambos se dejan caer en la hierba que hay junto a la orilla del río y no paran de hablar. Como si sintieran necesidad de abrir silencios que ambos han preservado durante eternos días y sus correspondientes noches. Al loco le parece que está en sus cabales y la mujer cree haberse vuelto loca, pero no desea arrepentirse. Se abrazan, se cubren de besos y de babas, como si compensaran un tiempo perdido. Luego se diluyen en un extraño retozar al atardecer.
Hay locuras que se entremezclan con otras buscando aminorar su propia soledad. A veces, por milagro, lo logran.
ResponderEliminarSon las menos.
=(
En efecto, pero en mi opinión por factores del azar más que de los milagros. Bueno, llámese como se quiera. Salud.
EliminarDónde está el límite entre cordura e insania. Vivimos encorsetados por clichés y normas, si damos un paso fuera peligra nuestra reputación. La creatividad es un pájaro desnudo y libre. Un saludo.
ResponderEliminarTampoco sé dónde anda ese límite que, además, queda soterrado por unas relaciones de hipocresía que lo justifican todo sin dar soluciones a nada. La creatividad, ese hálito íntimo que cada cual sabe cómo se manifiesta y qué ganas tiene de abrir márgenes de libertad. Salud siempre.
EliminarEl término "loco" (y "locura") se utiliza con fines tan diversos, y a veces tan divergentes, que se nos ha tornado arduo convenirnos con su opuesto "cuerdo". Pero en esto, como en todo, también intervienen las clases y la consideración social al uso. Alguien que corra por la calle esgrimiendo un cuchillo, será considerado un loco. Enfundado en un uniforme y al mando de un millón de bayonetas, un héroe.
ResponderEliminarAsunto complejo este de la psique.
Un saludo.
De acuerdo, pero ¿y qué me dices de conceptos y términos como sensatez, que tanto utiliza el preclaro prócer de la nación en sus apariciones fantasma para darle un giro opuesto al que debería de honrar? De todos modos, el asunto del loco va vinculado hoy día poco menos que al de un personaje terrorista. Si bien antiguamente era un rol tolerado en las ciudades hoy las autoridades parecen empeñadas en anatematizarle. De vez en cuando aparece algún personaje que ha transgredido su propia frontera incluso con violencia y cunde el pánico colectivo. Lo que dices, unos van de locos a corazón abierto, otros...
EliminarPlanteas una cuestión asaz compleja. Las palabras (las convenciones) que utilizamos para designar ciertas cosas, conservan por lo general una concepción, un sentido que, poco a poco, la realidad va tornando obsoleto.
EliminarRespecto al preclaro prócer... en fin, ahí ya entramos en el terreno de la falacia y de la manipulación: lo sensato es no creerlo.
Solo que no todo el mundo modifica los conceptos para dotar de una nueva precisión a las palabras. En lo del prócer y sus secuaces, estamos en el mismo criterio.
Eliminar"El papel del loco no reside en la maldad" no reside siquiera en la realidad. Su realidad es "otra"
ResponderEliminarUn abrazo mi querido Fackel
Salud
Francesc Cornadó
Claro que su realidad es otra: un ser atormentado consigo mismo cuya transgresión de la propia conciencia le tiene en otro mundo. No es banal el tema. El mal puede llevarlo dentro, lo cual no quiere decir que enlace con la maldad ordinaria de los que conscientemente la ejecutan cada día y van desde simples vecinos hasta altos cargos.
EliminarBienvenido, buena vuelta, y que el descanso haya sido tal y además fecundo (sospecho que sí)
Ese orate tiene un pase mi si, la transeúnte un pase mi sal, pero las babas no, por ahí no hay pase que valga. Palabra de luna virginiana y aséptica.
ResponderEliminarEspero que no se me moleste, son palabras de clown.
Nada de molestia, hay babas espontáneas producto del placer (con o sin hembra o macho de por medio) y babosidades...Éstas otras suelen ser practicadas por los babosos, escalistas y chupaperas que pretenden algo de quienes se creen que lo poseen todo.
EliminarAclarado.
ResponderEliminarInteresante "loco" que parece tiene su contrapartida en otra peculiar "loca".
ResponderEliminarLa palabra loco es un cajón de sastre donde ganan muchas acepciones: persona con trastorno mental; persona inadaptada que no encaja en ningún rol social, disidente, genio, persona que no obedece, persona temeraria, persona que alucina y/o delira... y seguramente hay más...
Me ha encantado tu texto. Siempre originales tus letras.
Abrazos
Cierto lo que dices. Un saco sin fondo. Te contaré algo. Cuando era niño había un manicomio por el que pasábamos de excursión los colegiales. Era un antiguo palacio en las afueras, al estilo de los italianos post renacentistas. Que había devenido en manicomio. A mí me acongojaba pasar por allí, ver a las personas encerradas sujetando los barrotes carcelarios y diciendo cosas, seguramente llamando la atención para que los paseantes también les dijeran algo. ¡Qué soledad la de aquellas gentes! Luego fui sabiendo más cosas. Que en los manicomios metían a enfermos por naturaleza, a enfermos por circunstancias, a los que tenían anormalidades, por usar un término clásico, o retrasos mentales respecto a lo ordinario, o a personas normales pero extremadamente pusilánimes a los que se encerraba para lograr alguien de la familia algún beneficio, tal una herencia, incluso por mediación de algún personaje del clero o de otras fuerzas vivas. Terrible.
EliminarMis letras no dicen sino apenas lo que he ido percibiendo.
Terrible lo que acontece en los manicomios. Hay personas que ingresan por síntomas ciertos que remiten con medicación y otras que sufren "luz de gas" perpetrada por sus familiares, pareja o (como bien dices) un cura o un juez. Algo increíble...
ResponderEliminarTuvo que ser espeluznante tu experiencia al pasar por el manicomio.
Ha cambiado mucho el panorama afortunadamente.
EliminarTanto como espeluznante, no. Me impresionaba solamente.