martes, 4 de febrero de 2014

Diario de un despertar que no llega




Las largas horas dormidas hacen y deshacen. Lento, descentrado, bloqueándome a cada paso, mi mirada es de despiste. Evitando que la taza del café se me derrame, torpe al meterme el jersey, poco propenso a emitir palabras. Atrapado todavía en alguna estancia que no se ha cerrado de cuantas visité durante las últimas horas, una extraña posesión me desconcierta. No poder nominarla, no saber qué imagen tiene, no percibir sus contornos, no poder calcular su dimensión y menos su temporalidad. Vendido hasta el punto de que el café no me gusta, de que paso las páginas del diario a la carrera, de que ni me atraen ni me repugnan los acontecimientos adulterados que transmiten, de que al fregar los platos chocan unos contra otros en un rumor estrepitoso que me inquieren por maltrato. Podía probar a pincharme con un alfiler y no lo sentiría.  Y esta presión, como si un súcubo jugara dentro de mi cráneo, más allá, más al fondo.  


8 comentarios:

  1. eres objeto de un "gualicho"
    es que...quizá todos llevamos un demonio dentro
    un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Naturalmente, ¿a quién no hechizan los sueños o los objetos o seres que andan burla burlando por los sueños? Un abrazo, Omar.

      Eliminar
  2. A menudo, más en otoño que en primavera, ocurre que uno entra en un estado de ensimismamiento tal, que llega a perder la noción del tedio. El pensamiento se hace abstracto como una ecuación y los sentidos adquieren la consistencia de un cartón, o mejor aún, la consistencia de una piedra pómez. En este estado, podemos relativizar hasta los arrebatamientos más sutiles, aquellos que pasan con el hálito de un ángel, y se produce en el cerebro un barrido de pelusas, queda límpio de polvo y paja; entonces por la influencia de un rayo de luz nos entra la necesidad de saber quien somos o simplemente encontrar el límite de la duermevela y reacionamos pinchándonos con un alfiler. Al final confiamos la lucidez a la percepción del dolor.
    Un abrazo
    Francesc Cornadó

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Oscuro mundo al que con tu texto arrancas de las tinieblas, Francesc. Me temo que sucede en cualquier estación, aunque, obviamente, en la que estamos y dadas las circunstancias de nuestra reconcentración forzosa (frío, recogimiento, silencios) la pérdida de noción está servida. ¿O son los años?

      No sé, me sigo interrogando, enviaré mi médium a esos sueños. Salut.

      Eliminar
  3. Ay es que hoy estoy de muy buen humor, en mis próximas entradas se comprenderá la razón, pero ante la presente solo se me ocurre decir eso tan manido de "bienhallado al club "bro", al menos intentemos que sea con humor. Una vez hundida la flota, al menos intentarlo. Seguramente no exista mayor demolición ni más gustosa que la procedente del mismo.... bueno, aunque suene a máxima sabihonda, nooooo, solo se trata de una de mis bobas ocurrencias, fruto de algún cruce de neuronal gamberro.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¿El club bro? Me pillas en órsay. Tampoco está hundida la flota del todo, MJ. Aunque lo nuestro sea la barca de lago de parque, pero mientras flote...y podamos remar...Está bien que las neuronas se presten al gamberrismo incluso histriónico.

      Eliminar
  4. Ando releyendo el libro de Baroja: El arbol de la vida. Baroja es especial, un verdadero "brother. Antano maestro ahora hermano y una se siente acompanada.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, señora, un autor al que no hay que olvidar, aunque en estos tiempos líquidos les interese a pocos. Buena compañía.

      Eliminar