sábado, 19 de octubre de 2013

Desde el país de los yahoos




La semana pasada empecé a permitir a mi mujer sentarse conmigo a comer, al extremo de una larga mesa, y a que contestara (aunque con la mayor concisión) las pocas preguntas que le hacía. No obstante, como el olor de yahoo continúa molestándome, siempre tengo la nariz atiborrada de ruda, lavanda u hojas de tabaco. Y aunque es muy difícil para un hombre bien entrado en años deshacerse de viejos hábitos, no he perdido por completo la esperanza de poder tolerar alguna vez la compañía de un vecino yahoo, sin los recelos bajo los que aún me encuentro ante sus dientes y sus garras. Mi reconciliación con la especie yahoo en general no resultaría tan difícil si se contentaran con sólo aquellos vicios e insensateces que la naturaleza les ha otorgado. No me causa el menor enojo la presencia de un abogado, un ratero, un coronel, un necio, un lord, un tahúr, un político, un putas, un médico, un delator, un sobornador, un procurador, un traidor, y otros parecidos. Todo ello concuerda con el curso natural de las cosas. Pero cuando me encuentro ante un conglomerado de deformidades y enfermedades, así del cuerpo como del espíritu, forjadas a golpe de orgullo, esto rompe inmediatamente todos los límites de mi paciencia; y nunca podré comprender cómo tal animal y tal vicio pueden acoplarse. 

...tenía que haber puesto comillas en el párrafo anterior, pero dudaba si adjudicarme el texto, pues me gusta lo suyo, porque uno, que vive y padece cada día en otro país de yahoos que cuesta sobrellevar, veía retratos, personajes y conductas que hubieran quedado mejor de ser solo libro, pero los libros están para eso precisamente, para robar la realidad y depositarla en un soporte, como constancia o para no ser olvidada por las generaciones que vayan llegando, si bien a los nuevos pobladores que nacen y crecen en el mismo territorio les importa un pito memorias y quejas, lamentos  y dibujos, monsergas e instrucciones, algo que yo entiendo y que en cierto modo comparto, si no fuera porque algunas advertencias deben hacerse para que más adelante no digan de modo soberbio y petulante que no se les puso en antecedentes, así que tomo prestado el párrafo de Gulliver y sus viajes, pues cualquier texto donde uno vea a los del entorno y se vea a sí mismo me sirve para combatir mis complejos, para darme aliento: otros pasaron antes que tú por aquello que te causa tristeza y disgusto, me digo, y como en el calendario irlandés de la pared viene el inventor del personaje de ficción citado ha sido imposible olvidar la fecha en que tal clarividente escritor dejó este mundo nada imaginario de los Lilliput, los Struldbrug, los Yahoos, los Houyhnhnms  hace ya doscientos sesenta y ocho años, y lo curioso es que aquel relato de viajes que algunos pretenden solo destinado a niños sea aún motivo de diversión y de enseñanza, de consuelo y de comprensión, y en mi caso de tomarme con más calma, prudencia y harta resignación el trato con los indígenas que me han tocado en suerte

...una pinta bien black en honor de Jonathan Swift, hip, hip...



10 comentarios:

  1. No son nada infantiles "Los viajes de Gulliver", ingeniosa sátira social. Te acompaño en el brindis.

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    1. Como el resto de la obra de Swift, Sala. Me alegro saber de ti.

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  2. misántropo, pa.
    (Del gr. μισάνθρωπος).
    1. m. y f. Persona que, por su humor tétrico, manifiesta aversión al trato humano.

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  3. Los yahoos no estaban civilizados, sus costumbres eran molestas y despreciables, eran sucios y olían mal y ahora con estos bichos y con los google, que deben ser como unos bichos malolientes seguidos de cien ceros, así de grandes y así de apestosos, con toda esta caterva pretenden civilizarnos.
    Salud
    Francesc Cornadó

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    1. Cuando civilización significa control social y dominación de las oligarquías, ¿no? Apestosos, lo malo es que muchísimos indígenas lo aceptan de buen grado.

      Salud, Francesc.

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  4. hip hip hurray!
    Un saludo
    Irene

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    1. Por un buen trago, que malos ya hay muchos, Irene. Salud.

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  5. Como mi admirado J. Sabina.
    Saludos a otro maestro en cualquier caso.

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