Me ha dicho que no ha ido al cole. Que él hacía huelga. Me ha dicho también que si se va a hacer mayor para ser como los mayores de ahora, que no quiere crecer (me ha recordado a Oskar Matzerat, el chaval del tambor de hojalata) Me ha dicho que él quiere saber, pero que no sabe si tal como van las cosas va a poder saber. Creo que no me ha dicho todo lo que piensa sobre la escuela. Acaso precisamente por eso mismo, porque piensa.
Yo tampoco y también. En realidad los niños pensadores merecen mucha más atención y respeto de lo que el vulgo se cree,pero claro el vulgo es lo que es, a las pruebas y demás cuotas de audiencia me remito. Bs.
ResponderEliminarEl vulgo que delega siempre en los "especialistas" para que los niños pensadores o no tan pensadores pasen por el aro y sean productivos el día de mañana, aunque no está claro que se hagan mejores hombres.
EliminarSiempre escribimos las cosas sorprendentes que dicen los niños.
ResponderEliminarAunque pinta mal ese decaimiento, no es lo más importante.
Para mí, la importancia está en lo que se le contestó.
La respuesta marcará su camino, lo demás no.
Un abrazo
¿Por qué pinta mal ese decaimiento?
EliminarYa puesta...
ResponderEliminarNo deje leer a la niña o al niño nada de su blog. No levantará la cabeza y entrará en depresión.
:)
Tranquila, hermana Akí, que no tengo ánimo doctrinario. Pero si quiere meter el hocico por estos andurriales no seré yo tampoco quien se lo prohíba.
EliminarLe contaré una anécdota diferente. Cuando yo tenía trece o catorce años, en plena dictadura anterior (jej), no sé cómo cayó en mis manos un ejemplar del Nuevo Testamento pequeñito, creo que editado en England. Usted supondrá enseguida lo que eso significaba, que se trataba de una versión protestante. Tuve la flaqueza de comentárselo a uno de aquellos personajes inquisitoriales a pequeña escala llamados confesores; y bien, me recomendó que lo destruyera inmediatamente. Cosa que el aún sumiso niño hizo con gran complejo de culpa. Doble: porque temía haber incurrido en pecado. Y porque estaba destruyendo ¡un libro! A la larga, no obstante ser el mismo texto que el católico pero sin comentarios y algunas diferencias sintácticas, me he sentido enormemente gilipollas y delictivo por destruir un libro.
Qué país, qué paisaje y qué paisanaje hemos tenido y seguimos teniendo.
A lo mejor es sólo una casualidad (de esas que no existen), pero Hermann Ungar como telón de fondo va más allá de la metáfora de tus últimos apuntes. Los estantes de mi biblioteca también se apoyan sobre los hombros de los mutilados (¡qué casualidad!).
ResponderEliminarPues sí, es casualidad y de la buenas. El nen está ahí colocado, en la sección de literatura alemana. Cuando descargué la foto advertí que La clase estaba justo detrás. Pero también Koestler y Canetti y Sebald y El haya de los judíos de Ludwina...
EliminarUn corazón sensible con una mente inteligente. Desde su estado larval de niño contemplativo, la perspectiva de hacerse adulto en un futuro no resulta ser muy estimulante. Más bien todo lo contrario.
ResponderEliminarTe recomiendo "El tambor de hojalata", de Günter Grass. Si te parece densa, tal vez la película de Schlöndorff:
Eliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=_TiPRNbK0Ck