domingo, 12 de mayo de 2013

El cinismo de Job




















Job se pregunta si no será necesario asumir el cinismo como esencia de la condición de sí mismo. So pena de ser arrojado a las tinieblas. Sus privaciones se originan en sus negaciones, en un mundo en que la pureza no existe y la inocencia fue la actitud de quien apenas había experimentado. Más allá de las expresiones externas que conlleva, ser cínico es una conducta larvada en cada hombre, encastillada en su sistema de autodefensa. Ni cuestionándose puede prescindir de ella. ¿Será un lazo más vinculante con el resto de la tribu que el apoyo mutuo?



(Composición de Eikoh Hosoe)



6 comentarios:

  1. El paralelismo entre la figura de Job bíblico -el justo perseguido y puesto a prueba- y el ciudadano medianamente responsable dentro de una sociedad marcadamente injusta resulta muy atractivo. Presenta muchas aristas para el análisis que vas hilando con mucho ingenio.
    Creo que el cinismo no es el camino. Más bien es otra de las trampas que nos va tendiendo el "maligno". Mantener intacta una pizca de inocencia pese a la adversidad puede marcar la diferencia a la hora de sobrevivir o no frente al desencanto de un mundo traicionero y sin escrúpulos.
    Un abrazo.

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    1. Pero es una práctica, ojo. Lo ves de modo tan agudo todo que no tengo nada que añadir, Neo. Gracias por retornar a este patio.

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  2. Rechazo el cinismo. Espero que no sea reactivo a mi verdadera condición de cínica, sería una sorpresa que no me gustaría asumir. Tantos políticos cínicos, no, no querría...

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    1. En nuestra introspección encontraremos el significado de las palabras. No quiero atosigar a nadie (al primero que atosigo es a mí mismo) pero sospecho que la actitud cínica (¿se puede resumir en aquello de que sabemos lo injusto y jodido que está todo pero tragamos y lo aceptamos?) la llevamos pegadita a las vísceras- Otra cosa es que hay quien hace juegos malabares y otros solo callan.

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  3. Engendra tanta pena y tristeza baldías. Bs.

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    1. Pero...la pena y la tristeza nunca son baldías: están llenas de nosotros, de cada uno. Y pueden fructificar en otra cosa.

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