viernes, 8 de febrero de 2013

Los innombrables





Desde hace tiempo me viene obsesionando hallar un nuevo término para designar a cierta gente (cierta clase, cierta casta, cierto gobierno, ciertas instituciones, ciertos personajes, ciertas conductas) He procurado evitar nombrarles, y de hacerlo intenté  -salvo lapsus del momento apresurado-  que no fuera por nombre propio ni por nombre común. Para mí son, pues, innombrables. Puesto que ellos se apropian de casi todo y nos niegan casi todo, yo les niego el derecho a acceder a su reconocimiento a través de la renuncia a aplicarles el vocabulario de la lengua establecido al uso. Puede que mi proposición sea un boicot a la gramática normativa, pero pretendo con esa actitud un desquite moral que me da la gana arrogarme. Pues bien, desisto ya de seguir tras un sustantivo o un calificativo que les señale, más que defina. Si alguna vez se me ocurre alguno, ya lo diré. Desisto, digo, porque mi satisfacción la he obtenido por una parte más sabia y erudita   -también lujosa y rica en acervo-  que la que pueden concederme mis entendederas. Creo que ya existe un término adecuado desde hace tiempo. Lo proporciona el Tesoro de la lengua castellana o española, de Sebastián de Covarrubias Orozco, que se editó en 1611, en su acepción canalla.






"Canalla. Junta de gente vil, induzida para alborotar y dañar, a donde entienden que no han de hallar resistencia, pero si ay quien les haga rostro, no tienen ánimo para esperar, y esta es la razón porque la multitud de gente en los exércitos enemigos no debe espantar, si son viles y mal disciplinados, ni confiar en los nuestros, aunque excedan en número a los de Xerxes y agoten los ríos, si para beber se echan de bruços, como los que deshechó Gedeón, y venció con los pocos que en pie bevían, arrojando con la concavidad de la mano el agua a la boca. Díxose canalla de can, perro, porque tienen éstos la condición de perros, que salen al camino a morder al caminante y le van ladrando detrás, pero si vuelve y con una piedra hiere a alguno, ésse y todos los demás buelven aullando y huyendo. Algunos quieren trayga origen del nombre congregatis, de cahal, cahalla, y de allí, con alguna corrupción, canalla; pero del verbo cana, texere, operire, ocultare nomen alicuius, parece más a propósito, porque la gente de canalla es innominada y sólo la referimos con este nombre genérico, sin hacerles tanta honra que los nombremos y queden famosos, aunque sea infamándolos. O del verbo emere, porque se alquilan éstos y se venden, y en fin, como gente alquilada no hacen cosa de honra, porque sólo atienden a su provecho."


En resumidas cuentas, la acepción de Sebastián de Covarrubias resalta varias condiciones del carácter de tal figura llamada canalla: gente vil, gente perra y gente innominada. Es especialmente preciosa y precisa, cual la vida misma, esta representación: "la gente de canalla es innominada y sólo la referimos con este nombre genérico, sin hacerles tanta honra que los nombremos y queden famosos, aunque sea infamándolos."






8 comentarios:

  1. Te veo como te veo y cómo te veo, mientras tanto sevidora partida de risa, es lo que me pasa cuando no vislumbro soluciones; aquí viendo ciertos vídeos en internet y recuperándome de una puñetera lumbalgia. Tiene que ver con algo que te incumbe, las nenas son una monada y la ironía está servida. Ahí van por la segunda vía. Bss.

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    1. Todo es parcial y relativo en esta vida, Emejota. Y tristezas y alegrías forman parte de esa condición de los acontecimientos y de nuestras reacciones. Así que estás en tu derecho de partirte de risa, con el incentivo que te la produzca. El vídeo iconoclasta que me pasas por debajo manga, ¿por qué no lo cuelgas? No creo que sea más blasfemo que la blasfemia contra los hombres y su dolor que comenten permanentemente los que hablan en nombre de lo sagrado. Sí, es hilarante. Un abrazo sabatino.

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  2. Coincido contigo en que ni nombrarles merecen, es más, con esa gentuza tal vez el término canalla todavia sea algo generoso, pues su mala calaña desconoce la lealtad hacia algo que no sean ellos mismos y hasta los perros podrían darles lecciones

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    1. Ana, ni siquiera son leales consigo mismos. Se atraen y se repelen en función de su mutante y pragmático acoplarse a las circunstancias día a día. Están tocados de falsedad en su médula. Por eso mismo debemos impedir que nos transmitan a los demás sus virus. El más gordo ideológico: pretender que todos tenemos la culpa de todo lo que ha pasado. Debe ser para justificar, eso sí, que nos roben de ahorros, derechos salariales o pensionistas y de donde puedan sacarnos a los que no tenemos el dinero al buen recaudo de la muy noble, leal, honesta y generosa Confederación Helvética Bancaria.

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  3. Yo llamé así, hace mucho tiempo, a un amor semiplatónico de juventud, que me hizo sufrir un rato...:) los innombrables se nombran en silencio a todas horas, yo creo que estos de los que hablas tú no se merecen ni este nombre.

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    1. Bueno, Francisca, se ve, según tu particular experiencia, que uno "innomina" lo que no es de su agrado y tiende a no reconocer...La diferencia con mi experiencia radica en que esos personajes que doy a imaginar no han sido nunca precisamente mis amores platónicos, ni siquiera amores, ni siquiera platónicos. Es una viscosa sustancia que tengo que tragar por las circunstancias.

      De todos modos, comparto esa frase tuya: "los innombrables se nombran en silencio a todas horas", sean antiguos amores, activas ausencias u onerosas presencias (como las que yo in-nombro en el post)

      Si tienes oportunidad, consulta el Tesoro de la lengua castellana de Covarrubias. No tiene pérdida.

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  4. Hay religiones/sectas en las que no se pueden nombrar sus dioses, aunque por razones diferentes a las que expones. Ahora bien, si estos innominati de gente vil, chusma y canalla siguen donde están, quizá sea porque, en esta nuestra peculiar religión social, se les reverencia cual divinidades de lo tangible, y existen cuerpos sacerdotales lo suficientemente fuertes para mantenerlos incólumes, a salvo de tendencias iconoclastas varias por más que clamemos a ese cielo de justicia...

    Un abrazo

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    1. Intachable tu texto. Lo suscribo. Pero darse uno cuenta de que el mal viene de MUY lejos sin que quite un ÁPICE de responsabilidad a la canalla del tiempo PRESENTE es un acto de conciencia y reflexión. Uno queda agradecido a quienes han trabajado la LENGUA, como Sebastián de Covarrubias, porque si han pasado siglos y se pueden aplicar determinadas acepciones a esta PSEUDO MODERNIDAD que vivimos, cada vez más feudal, es que tras el LENGUAJE había OBSERVACIÓN y CRITERIO.

      De los cuerpos sacerdotales, de diversa laya, hablaremos otro día. Los más veteranos en las lides de la manipulación y de la reacción son MANIOBRAS ORQUESTALES EN LA OSCURIDAD, se llaman Episcopado y Opus Dei.

      Un abrazo.

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