lunes, 14 de mayo de 2012

Las alas del viento





esas que me llevan a ti
son las alas del viento


recordé los versos de Gabriel Aresti, mientras el orujo de la madrugada empañaba los cristales de la cantina; recordé el estupor que seguía provocando en mí el apresurado despliegue de aquel torbellino de acero y humo; y el rugido que me empujaba hacia atrás y la percusión que quebraba mis sentidos; porque pocas emociones eran comparables a la aparición de los mensajeros de otros territorios; yo sabía entonces que alguna vez subiría a aquel correo que decían que atravesaba los campos invisibles y pasaba de largo, avasallando los muros de las ciudades que morían por la noche; yo sabía que alguna vez llegaría a apartados lugares cuyos nombres desconocía y que terminaban en el mar; mientras, me sobrecogía su hora; veloces perforadoras del viento que a cada kilómetro sorteaban los abismos; cuántos hombres desconsolados se echaron a sus pies huyendo de la vida, renunciando al sufrimiento; a veces los maquinistas lo contaban, pues era un tiempo en que nadie se atrevía a llamar loco al que deseaba morir; aun siendo todo oscuro es como si estuviera previsto; los hombres del ferrocarril decían exageradamente que las traviesas de las vías ya no eran de madera sino de huesos; recordé los versos de un incomprendido maestro de mi pueblo que una mañana de helada cruel no se presentó en la escuela; nadie supo de él, nadie le buscó y el atestado fue un papeleo huero; que tras unos días no se le nombrase siquiera parecía un olvido siniestro y consentido; o tal vez...


mas si el viento te lleva caprichoso
salta cuando veas unos ojos que te miran
como nadie mira al viento
y unos dedos temblorosos señalen su presencia



(Fotografía de René Groebli)

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