te extrañará seguramente; pero voy a pasar la noche con las persianas de todas las habitaciones levantadas; las persianas del gabinete, la del dormitorio, la de la cocina, las del cuarto grande de mis experimentaciones, las de las otras estancias vacías; quiero una noche abierta desde dentro; muy abierta, donde entre la oscuridad de manera natural; ¿por qué la gente echa las persianas de manera contundente? ¿solo para que la luz del alba no le despierte antes de tiempo?; no, se echan las persianas como una forma estúpida de aislamiento; a la gente le gusta sentirse protegida; baja las persianas o cierra las contraventanas como un símbolo; aquí estoy yo y solo yo, piensa cada inquilino; otros lo llaman preservar la intimidad, incauta frase como pocas en tiempos en que nadie está a salvo de nadie, principalmente de los poderes ocultos; quiero ver la oscuridad más abierta esta noche; tal vez lo haga con más frecuencia; seguro que me levantaré y pasearé por cada cuarto; quiero saber cómo no se ve desde cada cuarto; nunca he tenido problemas de ser despertado por el sol; no sé lo que es eso; mi padre me acostumbró a sentir la madrugada; soy un hijo de la madrugada; nací en la madrugada y cabalgo ya en mi actividad antes de que se perfile la luz; quiero ver las noches concéntricas cara a cara; quiero ver la gesticulación de los ramajes, la parte de cielo estrellado si las nubes lo permiten, los ojos de las lechuzas; será entretenido seguir el intercambio de las sombras; quiero que la noche oscura tome la casa a través de todos sus vanos; es un ofrecimiento; espero que se corresponda con una posesión
Sí, tengo la costumbre de no bajar nunca las persianas de mi casa. Me puedo dormir mirando las estrellas directamente desde la cama y sienta genial sentir la luz de la mañana sobre el rostro. Bs.
ResponderEliminarGenial, hermana MJ. Lo que descubre uno con sus ensueños y sus letras. Ser cómplice de la oscuridad natural y clara (la oscuridad metafórica es otra cosa) es divino. Si se es fuerte. Yo descubrí con escaso 17 años mi incipiente ateísmo o no-necesidad de los absolutos cristianos por un contraste entre la oscuridad, la tormenta y la crecida de un río (elementos naturales bestiales) y el amanecer radiante y luminoso. Y sobre todo cuando comprobé que habíamos estado a punto de perecer. El sentido y sentimiento animista que me embargó en ese momento del alba fue un salto de calidad enorme para mí. Me senti salvado por la potente naturaleza que me podía haber eliminado. Proposición humana de estar allí y azar exterior fue una lección que no olvidaré jamás. Y aquí estoy, vadeando otros temporales.
ResponderEliminarSalud y complicidad con la naturaleza siempre. Somos ella misma. Un abrazo.