jueves, 15 de diciembre de 2011
Ante el paisaje
Un hombre mira. En derredor se abre un paisaje y se cierra otro. En medio está el abismo. El hombre no se mueve pero ya no contempla fuera de él. No ha cerrado los ojos pero estos no ven. En ese momento su mente se puebla de recuerdos. Un historial, un balance. Una sucesión de acontecimientos cuyo orden no está marcado por el tiempo sino por las aspiraciones y los deseos no satisfechos. También por lo que hubo y se ha evaporado, pero eso no le atormenta. El hombre suspira. El suspiro tiene algo de voz de la conciencia. Un gesto reflejo que expresa lo que siente con más profundidad y lucidez que las palabras. Es invierno, pero es sobre todo soledad. La iconografía tradicional representa al invierno como el vacío aparente, la borrosidad, el alejamiento del calor, la privación de los colores. Acaso la soledad sea eso también. Una distracción para que a su vez se manifieste el recogimiento. Lo que dé ocasión a retomar los pasos y generar nueva vida. Conciencia de mirar hacia dentro. Y como sucede con el invierno, al hombre se le traslada la desprovisión y el frío que le paralizan. El hombre traduce sus pensamientos a imágenes externas. Nadie, al pensar sobre facetas de sí mismo, por muy críticas que se encuentren, lo hace con la imagen de sus vísceras. Las vísceras no son paisaje testimonial para el hombre. El individuo necesita metáforas externas, abundantes, exuberantes, variadas. Donde se proyecte y pueda reclamarse de testigos físicos naturales que ha visto siempre. Aunque un hombre se ponga a considerar su momento de la vida desde una habitación cargada de miasma y de escasa luz, imagina el paisaje. Unas laderas que descienden, un río al fondo del valle, el aleteo de las ramas de los abedules, el fragor de la escarcha bajo los pies. Mejor si lo ve directamente. El hombre precisa convertir el paisaje en cómplice de su estado. Un hombre mira con ojos de compasión el paisaje helado. Siente su descomposición y percibe la soledad mortificada por el silencio. La soledad es la necesidad de uno mismo.
(La imagen es obra del ceramista de Alba de Tormes Íñigo Dueñas)
Muy bonita imagen
ResponderEliminarconmovida desolación a dos (imagen que deviene carne en tus palabras)
ResponderEliminarsalud
No me complace la descripción del invierno. Ni la relación existente entre éste y la soledad.El invierno es ante todo incubación,sol apaciguador, lluvia germinal,ivernación de los sentidos. La soledad es lo mismo.
ResponderEliminarLas impresiones externas se traducen en internas, es lo que se llama, en arte, expresión visceral, que significa que se han puesto todas las vísceras existentes en esa obra,en esa expresión.
Podría equilibrarse la desprovisión con la previsión, como hacen los animales y el frío no paraliza, al contrario, incrementa la productividad en todos los sentidos, incluso en el calórico, que se acentua.
Y, en mi opinión personal, la soledad es cosa buena, en ella nos permitimos la libertad de se nosotros mismos, sin modificaciones al gusto de otros. Pero, la soledad del alma es otra cosa. Es un mal que cada vez se extiende más, porque el ser humano ha descuidado su interior en pos del exterior.
Es mi modesta opinión sin ánimo de desagradar.
Un abrazo
http://visceral-genetticca.blogspot.com/
¿A que sí, Casilda? Llevo viendo las obras de este artista varios años en cierta Feria. Me agradan mucho, tanto por los materiales como por la simplicidad -en unos casos- de sus motivos.
ResponderEliminarSalud.
Stalker, los inviernos antiguos debían ser mucho más desoladores, sospecho. Preparémonos para el que viene, que va a serlo contundente y largo. Las soledades deben servir para fecundar nuevas ideas. Es en el invierno donde se origina el principio de los próximos ciclos florientes, ¿no? ¿Servirá esta vez también la metáfora para interpretar el futuro histórico?
ResponderEliminarPies en la tierra y alma protegida.
Gene. Donde tú ves contradicciones yo no veo tantas. Obviamente, la soledad puede serlo con verano o con primavera, no pretendía ser lineal. Y ya sé que en en el invierno se incuba lo que más tarde van a ser procesos criadores. Nada que objetar a tus argumentaciones posteriores, que comparto. Pero yo quería expresarme tal cual.
ResponderEliminarUn abrazo. Y en absoluto percibo desagrado, eh.
Por cierto, Gene, lo de expresión visceral no lo conocía. Caray, yo sé lo que es eso pero no sabía que se aplicaba al arte, sabía por cómo he tenido que aplicarlo yo mismo a mi propia manera de tener que afrontar situaciones y problemas. Todo lo visceral es como echar la carne en el asador: puede dar resultados (nuevos, constructivos, hasta originales) pero también desgasta (en todos los sentidos)
ResponderEliminarInteresante.