jueves, 29 de septiembre de 2011

la crisis de los axiomas


Desde que se levantó temprano hasta el tardío anochecer estuvo pensando en los neutrinos y en los fotones. No sabe casi nada de física, y menos de física de altura, pero las pequeñas comprobaciones siempre le deslumbraron. No cree fácilmente en cualquier suceso que se relate, pero a veces se queda como un niño, boquiabierto ante los hechos sorprendentes que narran los vendedores de noticias. Sabe que los medios ofrecen con frecuencia la piel del oso antes de cazarla, pero todo descubrimiento que tiene el marchamo de revolucionario le atrae al abismo de la curiosidad. Es harta costumbre ya que las noticias duren brevísimas horas y escasísimos días. Lo que salta hoy multicolor caerá mañana en la opacidad de las tinieblas. Pero esa especie de juego divertido entre mensajeros del tiempo le hace mirar con entusiasmo de miope la carga poderosa de la materia y de la luz. Esa carrera que los hombres provocan en la búsqueda de una ligera comprensión de las cosas, de la que seguramente la naturaleza permanece al margen con pleno desdén, le reconforta a su manera. No tanto por los presuntos descubrimientos, pendientes de verificarse una y otra vez. Sino por lo que tienen de cuestionamiento permanente de los conocimientos que la humanidad ha ido obteniendo. Y piensa en la relatividad de cada paso. En que los axiomas nunca son definitivos, entran en crisis y se aferran al caos. En que se sepa o no más y en la mejor dirección posible sobre lo que los hombres han dado en llamar las leyes naturales, todo resulta siempre limitado. La prudencia debería erigirse en norma y la humildad en herramienta paralelas a la investigación. No obstante, los hombres siguen siendo eternos buscadores del fuego. Constantes apropiadores de las energías, a su modo y manera, y conociéndolas aún muy parcialmente. Por un día, las teorías de Einstein y las nuevas revelaciones que corregirían o afirmarían aquellas han desplazado algo de su melancolía. A veces hay que levantarse y acostarse creyéndose un Prometeo que se libera de las cadenas. Aunque al día siguiente no tenga nuevas opciones ni ganas de levantarse de la cama.




(Fotografía de Jorge Molder)

3 comentarios:

  1. Siento estar de acuerdo, con lo divertido que resulta disentir, pero con lo que más más concuerdo es con la última frase, eso es maravilloso. Besso.

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  2. Jaj, está bien eso, Emejota. Es verdad, en disentir está la gracia, la sal y pimienta, siempre que se haga con buen sentido. El otro día tuve que aguantar a un aleccionado joven que nos echó a varios un enfervorizado mitín en línea PP que no dejaba resquicio, por su fragor enmarañado, por su tono impositivo, por su acritud, por su versión apocalíptica pobre pero densa, a permitir un debate tolerante, mínimo y prudente. Hay gente que se enroca y no hay manera, chica. Y lo sentí, porque esa actitud no es el mejor camino para entendernos.

    Buena nocturnidad.

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  3. Simple problema neuronal. Incapacidad para que los neurotransmisores puedan conectar con diversidad. Mucho ganado de este género por todas partes. Si lo sabré que hube de separarme de algo parecido. Paciencia, todo pasa. Besso.

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