jueves, 7 de julio de 2011
Los tiznados
…me estremezco al pensar que puedo pasar de nuevo por lo que ya pasé hace dos años; tal vez fue un error de cálculo o nos dejamos arrastrar por la vehemencia de nuestras ideas y por la ansiedad de las causas antiguas y justas que nunca se ven satisfechas; pero aquello acabó en desastre; muchos perecieron, yo padecí la detención y mi familia quedó al albur; la ilusión se mostró con su doble rostro; y el ánimo y la energía se trocaron en desgaste; paramos entonces todas las cuencas y montamos en los trenes que debían llevarnos hacia el corazón del país; sin carbón no tendrían combustible los burgueses, decíamos, y sin combustible quebraría su poder; además, íbamos pertrechados de nuestra más selecta herramienta; ya estaba bien de hacer saltar el interior de los valles, era hora de que los de arriba temblasen; ése era nuestro grito, el de los hombres rudos y temibles cuando nos ponemos en pie; el de los hombres tiznados en sus cuerpos y en su resistencia; pero la realidad resultó más cruel; ellos eran más poderosos que nosotros; y nuestras razones no bastaban para cambiar la historia de agravios y de trato indigno; cuántos guajes cayeron en el intento; ¿o fue una aventura, ansiosos como estábamos por imitar los aires de revuelta que venían de lejanas tierras?; aquel esfuerzo era insuficiente y los políticos no acabaron de entendernos; tal vez nosotros tampoco conjugamos la relación de fuerzas necesaria para lograr algo definitivo; o acaso no existe esa liberación que hemos perseguido siempre; no, no quiero ni pensarlo, no hemos llegado hasta aquí para que todo se convierta en humo; y ahora que parecía que las cosas se enderezaban, que nuestro pulso con los aristócratas se iba ganando, es cuando se oye hablar de intentonas que pueden dar al traste con nuestras aspiraciones; no quiero imaginarlo; preparados estamos para hacer frente común; no tenemos nada que perder…
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