lunes, 11 de julio de 2011

La agenda


…tengo que recorrer varias alquerías. No me falta trabajo, ni siquiera ganas. La mayoría de sus usufructuarios son modestos. Para llegar a ellas tengo que atravesar campos de almendros y rieras que se vuelven peligrosas en las épocas de lluvia repentina. Suelo encontrarme con grupos de jornaleros parados, los que no han sido seleccionados para la labor. Tienen gesto agrio y su palabra es socarrona. Si no viviera por aquí y no fuera conocido la percibiría como amenazante. Les sobran razones. He parado a la entrada, la bici a un lado. Me quito las pinzas de las perneras del pantalón, entro. Va a parir la vaca y soy imprescindible. No tanto para el parto en sí, puesto que en la mayoría de los casos la naturaleza provee. Pero la naturaleza tampoco es la perfección y en ocasiones depara dificultades. La gente de la alquería mira más al maletín que a mi cara. Pero lo que llevo dentro de él serviría de poco si mi habilidad, no siempre consecuente, no me hiciera observar y saber decidir a tiempo. Son ya algunos años de oficio. Mis amigos me dicen que estoy en lo mejor de la vida. Nunca he entendido muy bien la expresión. Tienes que estar en cada momento en lo mejor. Supongo que lo dicen porque el cuerpo me permite ahora una agilidad y una dedicación de las que cuando sea más viejo careceré. Pero ilusiones no me faltan. En general, los propietarios y los trabajadores de la comarca me respetan. En parte porque soy necesario, en parte porque saben que no me callo. No callar es un riesgo. Sé de algún envidioso que otro que me tiene señalado. Envidia de que me exprese con libertad, de que comunique mis ideas y las razone. Que implique a los pequeños arrendatarios a navegar en un barco común con los jornaleros. Muchos no estaban acostumbrados a un veterinario de este tiempo. En muchas partes, esta figura que encarno es paralela a la del médico, el maestro y el cura. No sé hasta qué punto consideran los pudientes al veterinario al mismo nivel que los otros. Tratar con animales no es tan excelso para ellos. Pero a mi no me afecta, más bien me beneficia porque no me crea ataduras con esa gente. Jamás podrán entender lo que es un animal, la sensibilidad y ternura que tiene. Claro que en eso su mentalidad es pareja a la que mantienen sobre la gente obrera y campesina. Son insensibles, se ciegan, no dan el brazo a torcer. Me respetan por mi título, pero les dan miedo mis argumentos cuando comentamos sobre las circunstancias del país y sobre la condición de la gente humilde. Creo que les da miedo hasta la agenda que llevo siempre encima…

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