viernes, 20 de mayo de 2011
Un cartel de la calle
La palabra. Yo diría: el concepto. De palabras está ahíto este país. Palabras, palabrejas, palabrotas…Sobran por todas partes. Se habla mucho y se dice poco. Se aparenta saber y no se sabe apenas. ¿Cuántos años de democracia política llevamos? Escasos treinta y cuatro. Replanteo la pregunta: ¿Cuánto tiempo de cultura democrática llevamos? Difícil cuantificar, más todavía cualificar. La cultura es un proceso siempre más largo, un horno donde el tiempo de cocción obra directamente proporcional con la masa que se moldea y el producto que se pretende obtener. Todo lo que se fraguó en un momento de oscura y contradictoria transición (para otros, modelo de perfección) se plasmó en la Constitución vigente. Treinta y tres años escasos y ya cojea ésta, o lo hace desde hace rato. Acaso fue un defecto de la materia prima de origen o de la factoría, no demasiado modernizada. Mientras, se opera el relevo generacional. ¿Es este movimiento de indignación y hastío que tiene lugar estos días un síntoma crucial de ese relevo? ¿Una fase inicial? ¿Un aviso a los navegantes? ¿O se trata de algo más? ¿Es la masa que bulle en un horno cerrado? ¿O acaso un crisol donde puede forjarse un metal más precioso? Me gusta el cartelito de la foto, naturalmente, es bienintencionado, pacífico, ordenado. ¿Quién podría objetarlo? Pero, ¿y no se queda corto, suave, abstracto? Hagamos ficción y modifiquemos. Hay que dar sentido al concepto Democracia, digamos. O bien: Hay que dar con un nuevo sentido de la Democracia. Y si nos dejamos de zarandajas y decimos escueta y directamente: Hay que dar sentido a la Democracia, entonces, ¿nos aproximaríamos más al fondo de la cuestión? Podemos limpiar la fachada, pero ¿no estaría mejor renovar los materiales, reformar la estructura de las estancias, mejorar el uso de la vivienda? ¿Nos ponemos manos a la obra y construimos de nuevo?
Unos buenos cimientos y mejores leyes, básicos para cualquier construcción. Luego vienen los terremotos y pasa lo que pasa y siempre pagan los de siempre, que para eso son carne de cañón. Y así seguimos, ya veremos hasta cuando. Seguramente hasta que nos escueza y produzca tanto dolor tanto que compense renunciar a mucho o morir por el cambio. ¿Estaremos dispuestos?
ResponderEliminarEn cualquier caso tarde o temprano ocurrirá. Beso.
¡Qué razón llevas Fackel! Digamos que lo que hay que hacer en realidad es ganar la democracia porque no la tenemos. Vivimos en la dictadura del mercado donde manda el gran capital y la banca y los gobiernos cumplen sus órdenes. Por tanto ése es el primer objetivo, y a partir de ahí mejorar lo que tenemos que hay mucho que hacer. Desde reformar la ley electoral, la separación Iglesia-Estado, democracia participativa, pues hay tecnología que lo permite, transparencia política, reordenación de la política de impuestos, reforma de la Constitución...
ResponderEliminarEn lo concerniente a cultura democrática creo que implícitamente ya lo he contestado, pues si no hay democracia, mucho menos hay cultura democrática, menos en un país donde la educación para la ciudadanía es una asignatura "perversa".
Como he estado con los "insurrectos" no he tenido tiempo de pasarme por aquí y me faltan por leer algunos capítulos de Malena. A ver si la semana próxima, con más calma puedo pasar.
Saludos, y un abrazo.
Emejota, siempre me pregunto sobre las causas del lento acontecer de las sociedades. Sobre las resistencias al cambio, las dejaciones de los ciudadanos, el aferrarse a lo limitado e injusto, los egoísmos, ese creernos que las cosas sonpara siempre, la ignorancia de que sin el esfuerzo particular y colectivo los mercados impondrán cada vez leyes más férreas que nos llevarán a pagar un precio alto...Desarrollo cultural extremadamente lento, donde la cultura política o bien se desestima o bien apenas se aprecia.
ResponderEliminarPero es que, además, Carlos, la política se ha vuelto tan subsidiaria en los tiempos de democracia formal que aterra. No en vano está siendo ampliamente cuestionada en los foros del movimiento activo de estos días.
ResponderEliminarLa presión de las fuerzas tradicionales sigue siendo muy fuerte en nuestro país, y si no se se echa un pulso de una vez y no se resuelven esas dependencias históricas -la Iglesia, las autonomías, la ley electoral, etc.-, y si los partidos no se adecuan y los sindicatos no dejan de ser tan serviles, nuestro acontecer será siempre irresoluto y por mal camino.
Me parece formidable que estés con los resistentes del 15M que, además, son insumisos, puesto que no se han dejado doblegar por el Estado en un día como hoy.
Un abrazo y Fraternidad.