He quedado con Malena en La pata coja para cenar. Es una taberna como las de antes, económica y agradable, y la gente es del barrio. Los turistas, esa peste ante la cual nuestros conciudadanos se muestran tan genuflexos, no aparecen por aquí todavía. Malena llega con Karel. Por supuesto me abstengo de poner mala cara. Ella trae un rostro feliz y me besa agitada. Mira, Michal, lo que me ha conseguido Karel. Y pone encima de la mesa varias tarjetas postales y algunas cartas, éstas con su sobre y franqueo correspondiente, todo de lejanos tiempos. Karel, le digo, más que librero de ocasión, pareces ya un chamarilero en toda regla. Karel es bonachón y sus años le han vuelto más irónico y apacible. Ya lo fui, declara para mi sorpresa, pero perdía muchas coronas con el negocio, así que preferí centrarme en el papel. Michal, es asombroso lo que aún puedes encontrar en la tienda de Karel, me acosa la nerviosa Malena. Esta es una postal de la época del imperio austrohúngaro, y esta otra de los primeros años de nuestra República. Fíjate, incluso aquí hay una de cuando el protectorado de Bohemia y Moravia. Pero la más espectacular es esta. Tiene remite en Karlovy Vary. Escucha: Mi deseado František. Espero que no te hayas olvidado de mi durante estos últimos días. Comprende que tenía que acompañar al padre de mis hijos a ese negocio familiar que se trae en esta ciudad de las aguas. Mi presencia era parte del éxito de las transacciones que está cerrando en mi nombre, puesto que aunque yo soy la legítima heredera él administra mis bienes. Pero con quien hubiera deseado estar es contigo. Con él es imposible visitar nada; ni es receptivo ni muestra mayor motivación, salvo por las comidas o las cenas con sus clientes. No me importa en absoluto. Lo que me irrita especialmente es que no gocemos tú y yo juntos de todo lo que hay que ver por aquí. La belleza se ofrece por cualquier parte, en forma de bosques, de arquitectura o de amabilidad. Y no obstante, qué infeliz me siento ante ese despliegue armonioso. ¿Quién dijo que la belleza llena el alma y satisface los sentidos? Para mi esta visión es incompleta. Y la belleza roza y sacude mi interés, pero me siento incapaz de degustarla a fondo. Me falta algo. Me faltas. No poder participarla contigo me saca de mis casillas, así que me dedico a mirar con atención y a tomar nota para contarte a la vuelta lo que veo. Sé que dentro de poco tiempo todo será diferente. El país es diverso y tú conoces tan poco. Pero yo te guiaré por él de la misma manera que te conduzco por mi cuerpo cuando estoy contigo. Quédate bien cuando recibas esta carta. No tardaré en volver. Mañana pondré en el correo unas tarjetas postales para que sientas envidia. Y sobre todo, deseo. Tuya, Maruška. ¿No es una maravilla, Michal? ¿No está diciendo cosas en esta carta como las que yo pienso? No hay nada nuevo bajo el sol, en esta vida, ¿a que no, Karel? Karel nos miró divertido desde sus ojillos vivarachos, sirvió vino y pronunció la invocación suprema: por la belleza compartida, dijo. Y añadió: por la ilusión del amor, por Maruska y Frantisek, en cualquier lugar bajo tierra en que se hallen.
A mí también me encantaría poder visitar la tienda de Karel y encontrarme cosas como estas. Me encontraría tan entusiasmada como Malena: regresar al pasado leyendo, tan sólo, una carta. ¡Qué fantástico!
ResponderEliminarUn saludo!
Siempre que sepas alemán y/o checo, claro.
ResponderEliminarGracias por seguir a Malena S.
Feliz noche.
Es cierto que para poder gozar de la contemplación de la belleza es preciso un estado de paz interior que en este caso le es imposible a la ardorosa amante.
ResponderEliminarCarlos, claro que es necesario ese estado, pero cuando se quiere una participación mas amplia...
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