miércoles, 20 de abril de 2011
Malena S. / 10
Eh, Michal, no imaginabas esta vista, ¿a que no?, me espetó de pronto Jan, rompiendo el temple que era habitual en él. Se le notaba orgulloso y, como buen anticuario que ha poseído tesoros y se siente pletórico por ello, hacía del paisaje uno más. Acaso el más completo, el más hermoso. Pero también el más inaprensible. ¿Hasta qué punto aquel gesto de asomarse cotidianamente a la terraza de su casa le convertía en propietario de la ciudad carolina? Michal, no lo dudes -y la mirada de Jan era franca y generosa- Siempre que te apetezca puedes venir y quedarte contemplando esto sin horas ni compromisos ni urgencias. Es una tentación en la que caerás arrebatadamente una y otra vez, ya verás. Malena estaba pendiente de mi actitud, pero yo me limité a agradecerle el ofrecimiento. Le aseguré que siempre que tuviera un estado de ánimo al borde le llamaría y tomaría posesión de su terraza. Pero Jan se volvió impetuoso y enérgico. ¿Así que crees que para gozar de este bien panorámico hay que esperar a tener un estado de ánimo en el límite?, dijo con ironía. ¿Concibes entonces esta mirada únicamente como un elemento de salvación? ¿No cabe en tu cabeza que la contemplación de todo lo que tenemos bajo nuestros pies sea como respirar o como alimentarnos, es decir, algo que tenemos que hacer de modo reflejo cada día, porque de lo contrario no viviríamos? Malena debió interpretar mi ceño confuso y desarbolado y salió al quite. ¿Sabéis que pienso, amigos míos? Que no estoy segura si atenaza más la belleza o la fealdad. Ciertamente, la salida arriesgada de Malena nos polarizó a Jan y a mi sobre ella. Continuó. Hace dos noches tuve un sueño pegajoso, del que no podía librarme. Las autoridades estaban a punto de descubrir a los autores de un crimen cometido hace bastantes años. Un crimen que primero creía que habíamos cometido Michal y yo. Di un respingo y me encaré con Malena: no me habías hablado del sueño. Bueno no ha venido a cuento, dijo ella. Y tampoco estoy obligada a contar cada pesadilla o deseo fantaseado. Su cara delataba cierto malestar por mi torpe indicación y, no obstante, siguió relatando. Pero luego el sueño matizaba: ni tú, Michal, ni yo habíamos sido los ejecutores directos del crimen, pero sí cómplices. Cómplices porque sabíamos quiénes eran los asesinos y habíamos callado. De hecho, habíamos permanecido años silentes, tanto que prácticamente habíamos olvidado el suceso que nos había involucrado. Pero el descubrimiento por la policía de los restos de una o varias personas (el sueño resultaba un tanto confuso respecto a la cantidad de asesinados) nos volvía sospechosos. Y sorprendentemente, de los verdaderos criminales nadie sabía nada. Jan la escuchaba muy pendiente y yo bastante confundido, como si el sueño de Malena me implicara de manera vergonzante a los ojos del anticuario. Malena prosiguió. Ante lo difícil que se ponía el cerco que se tejía sobre nosotros, intentaba zafarme del sueño y tirar de Michal hacia el mundo de los despiertos. Pero según pasaba a otro nivel no tan onírico arrastraba conmigo el obsesivo crimen y la angustiosa persecución que nos veíamos venir. Incluso llegó un momento en que me pareció estar ya despierta y sin embargo seguía viviendo la angustia. Michal había desaparecido del sueño y el horror me atosigaba y me hacía sentir más sola. Di un paso más en el despertar y sucedía que o no estaba despierta del todo o me invadía la certidumbre rayana en la certeza de que el crimen era cosa de este lado y habíamos estado envueltos en él. ¿Por qué no lograba desprenderme de la pesadilla ni siquiera cuando me estaba vistiendo? ¿Querréis creer que en apenas unos segundos hice un repaso de mi vida buscando en mi memoria cegada aquella acción perversa?
El colocar la narración del sueño de Malena, le da un cierto aire de misterio que te engancha aún más en la lectura. Prosigamos.
ResponderEliminarSaludos, y un abrazo.
Ay, los sueños. ¿Existen en función de la vida consciente o ésta en función de lo onírico? Difícil saberlo con claridad. Malena ve incluso en esa fealdad de su sueño (¿hay algo más espantosamente feo que un crimen?) la posibilidad de que haya algo real en su vida. ¿Teme por lo que ha habido o porque nadie se libra de ser capaz de una barbaridad?
ResponderEliminarPreguntas flotantes. Un abrazo, compañero.
Me gusta cómo desdoblas la historia. Me parece que vas creciendo con cada post. Un saludote.
ResponderEliminarFackel:
ResponderEliminarlo diré: vas camino no sólo de ser el cuentacuentos de la tribu, sino también un sabio. Ten cuidado,
va con cariño,
abrazo
Susan,tal vez. No es fácil saber hacia dónde ir ni a través de qué camino. Recojo tu opinión.
ResponderEliminarBuena noche de luna menguante.
Vaya, Stalker. Mi respuesta a Susan no enlazaba con tu coment. Tengo demasiados antídotos en mi manera de ser como para saber que no llegaré sino a donde uno debe: a la nada. Pero con calma.
ResponderEliminarAcepto tu aprecio, ya lo sabes.
Bueno, el camino, en sí, es lo de menos. Las raíces buscan el centro de la tierra, no crecen de cara al sol, pero crecen. Me gusta esta serie, creo que es la que más me ha gustado de las que he seguido acá. Saludo.
ResponderEliminarTal vez, Susan, me des la pista. Y el camino sea esa precipitación hacia la luz. Qué simbolismo el de las raíces, que nunca se ven. Pero de lo que emerge un ente complejo. El árbol y el hombre se miran cada uno en su imagen.
ResponderEliminarGracias por tus impresiones.