jueves, 2 de diciembre de 2010

Geometrías invariables, 5


cuando imagina se ve a sí mismo con los ojos abiertos de par en par, contemplando la oscuridad que enseña o mirando absorto la luz que ciega, porque al hacerlo los efectos externos no le condicionan, y si es preciso los excluye, y el acto de imaginar no lo considera creativo en el sentido de original, sino más bien le parece que es insistir en recreaciones sobre los episodios en que se ve envuelto y que no acepta, en su totalidad o en parte, y esa cuantificación no es decisiva pero sí influyente para que se empeñe en la fuga, por lo tanto imagina con el objetivo de romper el orden obligado de las cosas, con la intención de desprenderse de las ataduras de la monotonía ordinaria, y en este sentido considera que imaginar es elaborar nuevas ficciones, pero no cualquier clase de ficciones, porque valora que alguna de ellas pueda ser aplicable inmediatamente en el rumbo de su vida, o puede que no, que, tras un rato de complacencia fantaseada, tome la determinación de abandonar el esfuerzo y posponer el ejercicio, es entonces cuando decide leer, simplemente para imaginar con las palabras que otros registraron antes, y ahí establece un paréntesis, porque considera que él no es tan puro como desearía, sino que más bien precisa empaparse y revolcarse por los caminos andados por otros, intuye que es a través de esa inmersión en las experiencias relatadas por otros como acorta, o por medio de la relación de emociones y gestos que le transmiten los narradores es como ratifica su necesidad de probar y comprobar, pero nunca le parece sustitutiva la lectura, nunca le resulta liviana la lectura, rechaza la ligereza y desconfía de la expresión que no le hiende la curiosidad, y es en esa red donde por defecto o por exceso se siente atrapado, y no quiere ser la pieza capturada, tal vez sea por esa razón por la que su ritmo de lectura es tan lento y por lo que establece cortes y descansos en los que se relame, es como si saliera y entrara en la página tantas veces cuantas la acción o el argumento se lo exijan, pues debe mantener una relación vívida con lo que se dice y como se dice, y tampoco le es fácil a veces mantener distancias con los personajes, con lo que viven los personajes, con el ambiente que se expande desde la primera hasta la última hoja del libro, y el riesgo de tomar partido por un personaje o por otro acecha, pero si no lo hace teme no poder comprender el tiempo que viven los personajes y que, en definitiva, es lo que más le apasiona conocer, de ahí que sí se establece una intensa vinculación entre leer e imaginar, y que el salto desde un libro a un capítulo de su propia existencia sea frecuente y extraño, pero lo que nunca hace es vincular imaginación con sueño, para él son estados muy diferentes, reflejos de dos planos del mundo de la conciencia absolutamente antitéticos, no soporta la idea de que la imaginación le conduzca al sueño, pues sería tanto como rendirse, y otra cosa es que del sueño emerjan pequeños cabos que luego él dé en tomar y desarrollar, y este rastro siempre se le muestra más fecundo, y lo que más le sorprende es advertir cómo han cambiado los espacios objeto de imaginación y por lo tanto de entusiasmo a lo largo de su vida, ahora que mira en derredor y observa cuántas vendas recubren rostros y bocas, cuántas miradas se obstruyen con la algarabía huera de cada día, cuántos gestos se paralizan por efecto de la oxidación de las exigencias y de las ilusiones, y se rebela contra esas sospechas



(Imagen de Bill Viola)

4 comentarios:

  1. "rechaza la ligereza y desconfía de la expresión que no le hiende la curiosidad"

    Así te percibo, Fackel. Un lector lento, rumiante. Uno de los dos o tres mejores lectores que conozco (después de un servidor, jaj).

    Sobre todo un lector atento, muy atento y preciso.

    Creo que podríamos intercambiar nuestras bibliotecas y apenas notaríamos cambio alguno, y las diferencias nos resultarían, en todo caso, nutritivas (y fecundo el desasosiego, y habitable la ruina, de haberla).

    Abrazos

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  2. Lluvia de Estrellas06 diciembre, 2010 12:33

    Ciertamente, entre la imaginación y la lectura se produce un estrecho vínculo. Leer ("para imaginar con las palabras que otros registrarton antes") nos permite, como al príncipe de los nigromantes, entablar largos dialogos con los poetas; y con ello nuestra imaginación se aviva.

    Tu texto describe muy bien el acto de lectura. Me gustan especialmente estas dos imágenes: "como si saliera y entrara en la página...", "establece cortes y descansos en los que se relame". ¿De placer estético?

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  3. No sé, no es fácil leer, Stalker, en contra de lo que se piensa. Sobre todo si uno quiere captar quintaesencias, y esto difícilmente se logra. Además hay muchos frentes de lectura, ya sabes, géneros, temas, modos de escritura. Nunca he leído por modas, salvo cuando descubrimiento e influencia de algún autor han prendido en los lectores. Cada vez uno llega menos, cualitativa y cuantitativamente. Lo que me interesa últimamente me exige un tempo calmo y concentrado. Quiero reagrupar fuerzas y deleitarme en lo que me atrapa. Y combatir la ansiedad, después de todo uno sabe que apenas habrá abierto una porción minúscula de libros en esta vida.

    Y en lo de las bibliotecas, seguro que tienes razón. Habrá que probar a otear mutuamente el almacén, jaj.

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  4. Lluvia, probablemente ese vínculo que indicas se dé. La imaginación establece vínculos con todo lo que sale de nuestro interior. Con muchas de nuestras manifestaciones. Tal vez las habite, sea sangre de su sangre y cuerpo de su cuerpo. Por lo tanto, el diálogo se asegura ser más fecundo porque lo que llevamos dentro se ve arrastrado por los acicates tales como la lectura o la imagen o el encuentro.

    Y sí, es el placer estético lo que uno en su interior trata de hallar y percibir. No es descriptible, de tan sensorial e incluso tan sensual, que se muestra en ocasiones un texto. Pero eso es muy particular e íntimo.

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