Domingo. Desde hace miles de años, desde que derivé de mis propinas de juventud una moneda para comprar un vespertino todos los días (en mi juventud el diario que me parecía que se esforzaba por informar a pesar de la dictadura franquista era un diario de tarde, un lujo, vamos) lo primero que hago es bajar a por el periódico. No tendría necesidad de hacerlo, esto de internet ya lo tengo pagado, podría mirar las noticias ahí, pero no es lo mismo. Para mí, bajar al quiosco es ejecutar un ritual a mi medida. Lo hago si nieva, si tengo fiebre. Además, tocar el papel siempre ha desarrollado mi sensibilidad táctil, aunque ya no envuelvo el bocadillo de sardinas en él. El día que no me pueda santiguar con este ejercicio voluntario, malo. O el sistema de prensa ha desaparecido vencido por la electrónica, o yo estoy con la pata quebrada o ni siquiera estoy y, como la necesidad es subjetiva (aunque algunas necesidades sean suma de subjetividades) pues vale, desaparece también con el sujeto. Nada que objetar. Y sin embargo hay días en que el periódico no te llena. Esa sensación de que te dice lo mismo que días anteriores y muy anteriores me agobia. No por las noticias en sí (la prensa, la radio y la televisión viven un grado elevado de competitividad supuestamente noticiosa, lo cual les lleva a dar importancia a lo que no tiene, a sobrevalorar lo que apenas tiene valor, a inventarse un particular criterio de noticia que yo al menos me niego a aceptar como tal) sino por una sensación laberíntica que últimamente me sobrecoge un poco. Un laberinto donde uno, donde todos, estamos sin que tengamos demasiados recursos para resistir, no digo ya para enfrentarnos, al monstruo. Las verdaderas noticias siguen ocultas. Se refleja lo secundario, pero lo que se teje y cómo en el cuerpo del monstruo nadie nos lo dice. Como mucho nos llegan algunos eructos de éste, ciertas sudoraciones y, eso sí, todo el desplome de sus fuerzas sobre cuantos corremos estérilmente por las calles del laberinto sometidos a la imposición del monstruo y condenados a no encontrar jamás la salida. Domingo que no me apetece leer la prensa (me toco la frente) y una sensación oculta que me dice que me va a pasar en adelante con más frecuencia. Así que salgo al campo, a nada, a leer las líneas de un cielo entrecruzado de nubes y de una luz propia de revelación bíblica, a esperar que llueva en cualquier momento, a oler la tierra húmeda, a evitar en la medida de lo posible a esa lacra de los conductores, entre la que me hallo, y elegir carreteras secundarias. El laberinto, como es tan extenso, a veces nos hace creer que nos podemos sentir libres. Inmerso en esa ficción, uno se aleja de lo que le agobia más y se deja llevar donde al menos se crea que todo es más relajado. Oh, el domingo. Se ven otras cosas, si se quiere ver, y se lee más en otras letras, si se quiere leer, y se piensa con calado, si se quiere meditar, y de pronto me pregunto: ¿ellos vivieron también en el laberinto? ¿Llevarían algunos años intentando salir de él y ésa fue la salida que hallaron? Nunca ciertas fechas fueron tan extremadamente crueles. ¿Hay una fecha reservada para cada audaz humano que pretenda escapar del monstruo? (Se ve que el domingo sin lectura educadora y reconductora de la prensa me vuelve febril; pero cuántas lecturas estarán perdidas todavía...)
Probablemente, ellos también sentirían en cierta manera las curvas y los recobecos del laberinto, mas con el vértigo que suscita la esperanza. ¿Quizás nosotros no la tengamos más?
ResponderEliminarNuestro imaginario colectivo tiene tan adentro la punzada de las guerras que asolaron el siglo XX que creo que nos incapacita para depositar un halo de esperanza en el futuro. La propaganda de los periódicos y de la tele nos muestra cada día noticias sin interés. ¿Qué pasa en Francia? ¿Qué ha pasado con los estudiantes en UK? ¿Qué sigue pasando en Grecia? ¿Qué hace la gente en Irlanda? ¿Qué está ocurriendo en Alemania? ¿Dónde, dónde, están las verdaderas noticias de la UE?
Hay que leer entrelíneas, todo el tiempo, aunque estés cansado después del trabajo. Si quieres saber hay que dedicarle esfuerzo para encontrar lo oculto en la confrontación de varias informaciones.
¡Las fotos son tan reveladoras! Estos días yo también pienso en mis abuelos, en cómo se sentirían en los albores del 36, qué sentimientos tendrían...
Un abrazo esperanzador
Ata. No sé hasta qué punto el imaginario colectivo que va quedando en este país tiene dentro la punzada de las bestialidades del XIX y el XX. Las barbaridades y violencias tienen un tiempo largo, y marcan mucho, sobre todo cuando no se ve que se cierren heridas. Aparte de ello, mi imaginario personal tiene sus razones porque mi familia vivió en directo la guerra desencadenada por el fallido golpe de estado de la derecha en 1936. Mi sensibilización al tema viene porque me desideologicé en la materia política como lo hice en la religiosa, en su momento. Tenía que ver la realidad desde fuera de todo lo que me habían contado engañosa o demediadamente.
ResponderEliminarEl otro asunto que planteas...¿qué pasa con lo que pasa? es como si no existiera. Los titulares de noticias de uno o dos días dejan de serlo y uno se pregunta: ¿pero han existido esas revueltas? Nada parece cambiar. Pero todo se está moviendo.
De acuerdo contigo en extender las informaciones alternativas (no todas las acepto) Al menos, intentar que la gente busque saber. Y medite sobre ello.
No sólo nos enfrentamos al monstruo en nuestras pesadillas, también lo hacemos a diario y en las fiestas de guardar.
ResponderEliminarCierta simbología del monstruo nos remite al tesoro que guarda. Y claro, ya sabemos que el verdadero tesoro no es el tesoro en sí sino las pruebas y dificultades que ha de superar el héroe para llegar a él.
We can be heroes, decía la canción. Qué estamos dispuestos a dar a cambio?
Mi familia también estuvo implicada directamente en la guerra civil, por eso no me he desideologizado nunca; he ido aprendiendo y sumando matices, eso sí. ¿Qué quieres decir con "golpe fallido"? ¿Piensas que fue fallido?
ResponderEliminarEn lo respectivo al resto, claro que sigue avanzando, todo avanza. Estoy contigo en saber leer las "otras informaciones"; ahí entra en juego el discernimiento de cada uno.
Sigo intentando esperanzarme, de lo contrario más de la mitad de mi vida quedaría mutilada.
Abrazos
Por cierto, antes de convertirnos en héroes y sacar la espada deberíamos saber realmente cuál es el mito que domina este momento histórico. Peligroso, entre Hermes y Narciso...
ResponderEliminarSólo un apunte.
Su laberinto terminaba con la muerte, el nuestro acabará con la muerte, solo nos diferencia la forma de morir, la suya fue violenta, la nuestra es una larga agonía creyendo que somos libres....
ResponderEliminarMientras la Luna sigue su ascensión ajena a nuestro murmullo.
un abrazo.
Tienes tanta razón, Rat. Enfrentarnos al monstruo, incluso al que llevamos dentro, tiene muchos frentes. Tal vez la razón de los desequilibrios (o crisis, o desajustes, o como se quiera llamar) de nuestras vidas tenga que ver con la dificultad para afrontar cada uno de ellos. Lo malo es cuando no somos capaces de asistir y frenar casi ninguno. Y soy de los que creo que todos están relacionados entre sí, de unas maneras u otras. Precisamente la gran coartada del laberinto (el sistema) es su diversidad de callejuelas, su crecer sin fin, la cantidad de personajes y propuestas que nos encontramos entre sus calles, a veces olvidándonos de protegernos de quien decide nuestras vidas. Dicho así, puede parecer un criterio mecanicista; por supuesto, la metáfora permite hablar en ese tono entendible y desaloja mecanicismos. ¿El tesoro? Das en la clave. Es un poco como Ítaca. El tesoro somos nosotros mismos buscando, eligiendo, decidiendo, afrontando, acaso resolviendo. El gerundio es nuestro gran poder: tiene una precisión única; se trata de estar en continua marcha y cambio, en ese hacernos que si lo tenemos claro nos salvaremos (de la frustración, de la ira, de la depre, de nuestros monstruos personales) Es entonces cuando el héroe se relativiza o se queda en la intimidad personal., nadi tiene que saberlo. Todo es para cada uno de nosotros. El combate es siempre interior (con proyecciones externas naturalmente) Entonces, tú misma puedes responderte. A cambio damos el vivir (mira que no digo la vida, que suena más épico) y ese vivir es un toma y daca que jamás puede ser abandonado. El día que hagamos dejación de nuestro esfuerzo es cuando habremos muerto (aquí pega bien lo de muertos en vida, que hay muchos) Y el monstruo triunfa; pero sólo triunfa si le dejamos.
ResponderEliminarUn beso desde la niebla.
Llamo golpe fallido, Ataúlfa, a lo que fue. Un golpe de estado urdido durante tiempo que pretendía hacerse con el poder y que fracasó como tal. No logró el control del país y dividió en dos a éste, por lo que el golpe abrió una guerra civil. La guerra fue consecuencia de la infamia de los que se rebelaron contra la legalidad constitucional. Yo les hago agentes responsables de ella. No lo digo yo, es la historia ya interpretada (el que quiera leer a De la Cierva, Pío Mora y otros jetas del cuento historiográfico hallará otra interpretación, pero allá cada cual si quiere saber la verdad o no sobre los hechos claros)
ResponderEliminarLo de la esperanza entra en el terreno de nuestras reacciones emocionales. Es una tendencia biológica el dar margen durante toda nuestra vida a que las cosas mejoren (individual, colectivamente, etc.) Tal vez a eso denominamos esperanza, ¿no crees?
A ver, a ver. Lo del mito me interesa. No llegaba hasta ahí. ¿Por qué Hermes o por qué Narciso? ¿Un intermedio híbrido? ¿No acepta acaso Marte? No sabrí decirte si los mitos se pueden definir a priori.
Salud esperanzadora.
Tula. El laberinto existirá siempre mientras haya humanidad. Son los pobladores de ella, de él, correteando de aquí para allá los que se verán, nos veremos, nos vemos, afectados. Las lecturas míticas son muy peligrosas. O se interpretan metafóricamente e implicando el alma personal, o se pueden utilizar degenerativa y equívocamente. Por ejemplo. Ante el marasmo del laberinto geoestratégico mundial y en cada detalle de bloque, país, mercado, etc. Hay quien podría ver y pedir y crear héroes que vengan a salvarnos. Y los héroes externos no son nunca objetivos ni salvadores ni héroes siquiera (no suelen pasar de caudillos o líderes, pero su imagen se vende como heroica, jaj) Sobre todo si hay una dejación de la primogenitura de los humanos, si estos pierden la noción de las cosas. Esa materia (la supuesta heroicidad, pero para mí simple capacidad de actuar) es individual. Puede confluir con millones de individualidades y entonces hacer un corpus colectivo de fuerza que permita afrontar al monstruo. La experiencia histórica dice que cuando se configuran héroes exteriores que hablan en nombre de los pobrecitos humanos la catástrofe está servida.
ResponderEliminarPero la Luna, ¿muy creciente ya?, nos ve aunque calle.
Un abrazo.
Fackel, gracias por la aclaración; yo también acuso a aquellos que se saltaron la legalidad, pero no te enfades, hombre, que estamos del mismo lado ;))
ResponderEliminarPor otra parte, me gusta tu visión de la esperanza.
El tema de los mitos si te interesa lo vas a encontrar en Gilbert Durand. Es complejo, pero sumamente interesante. Él denominaba la modernidad como el regreso de Hermes, de lo oculto en su sentido. Yo creo que las imágenes de lo que se denomina posmodernidad viene a dar con Narciso, por su individualismo, por el juego de espejos y precisamente por el predominio de la imagen frente a lo que verdaderamente se es. Irremediablemente, el imaginario social presente está en crisis (cada vez más nocturno) precisamente por ese estado intermedio hasta la formación de un "nuevo paradigma". Creo que de alguna manera estamos retornando a Hermes. Después ya hablaremos de Marte, que es todo lo contrario, pues su simbología es totalmente diurna y despiadada.
Abrazos
El silencio se adueñó de su voz, más no de su palabra.
ResponderEliminarSchssss...silencio! Para escucharles es necesario estar callado.
Para hablarles, nada queda. Tampoco importa, nuestro consuelo a estas alturas, vano.
Para honrarles, todo. Hasta un post, en un blog del siglo XXI.
Si al no encontrar cosas interesantes en el periodico, rememoraste su discurso, enhorabuena!
No hay bien que por mal no venga, cómo es el caso.
Salud y memoria.
(Abríguese, dicen que hiela por Castilla)
Es que a estas alturas de mi rabia me pilla harto descolgada la esperanza cristiana, hermana Ataúlfa.
ResponderEliminarNo he leído nada de la obra de Durand, me dejas abrumado. Bueno, nunca es tarde.
Me parece que la antropología es una de esas ciencias que ha avanzado por sí misma y hecho avanzar el pensamiento en los últimos años. Pero el mundo de los mitos es muy especial. Y yo bastante escéptico. Por cierto leí hace años El paradigma perdido, de Edgar Morin, un pensador con fortaleza intelectual, al que tengo postergado.
Así que entre Narcisos estamos, vaya.
Eh, Saga, es una verdadera oración laica la que haces. Ya ves, hay ocasiones casuales en que cuando te topas con una realidad no sabes cómo hablar de ella. Acaso solo honrándola, como tú bien dices.
ResponderEliminarY memoria respecto a la Historia tengo un almacén, aunque me falte tanto por interpretar.
Memoria y Aprender.
Nada de esperanza cristiana; supervivencia pura y dura.
ResponderEliminarMorin es muy interesante, tengo pendientes lecturas.
Un abrazo