domingo, 25 de abril de 2010

La insignia de la mejor juventud



¿Qué hacías tú, alter ego de un inimagible Fackel, el 25 de abril de 1974? De pronto, pasmarte. Saliste corriendo de madrugada a encontrarte con algunos compañeros. Llegaban noticias sorprendentes sobre Portugal. Había militares demócratas que se habían sublevado contra la dictadura postsalazarista -algo casi increíble, pero las guerras coloniales obligan a muchos desenlaces imprevisibles- y estabais anonadados. En vuestros rostros, a lo largo del encuentro breve en aquella pequeña churrería de barrio había una indescriptible y nada oculta alegría. Y un complejo enorme. Hasta los portugueses se nos adelantaban en el camino de la Libertad. Tenías que entrar a trabajar pronto, y apenas estrenabas empresa y puesto. Las esperanzas las habías incubado hacía tiempo, sin demasiados resultados. Muchas novedades en aquellos años de juventud. La mejor juventud.

Algún periódico de tarde adelantó fotografías. La población lisboeta recibía por las calles a los soldados con claveles. ¿Claveles en los cañones? En tu país lo mejor que podías hacer ante un cañón era correr en zigzag para no estar en su punto de mira. Nunca imaginaste ni claveles ni rosas ni lirios sobre los fusiles de tus paisanos. Aquí nunca fue posible eso. Ni el gusto del símbolo nos pudimos dar. Esto era el ungido cierra España, y la libertad, por más que se deseara, no llegaba nunca. Esto seguía siendo el cementerio español.

¿Por qué este año me acuerdo más del 25 de abril portugués? Tal vez por casualidad, porque caigo de pronto en la fecha. Tal vez me acuerdo del 25 de Abril porque era joven y tenía ilusión. O acaso también porque veo ciertas ofensivas políticas y jurídicas que no llevan a ninguna parte buena. Porque veo a la derecha patrimonialista bastante salvaje, tratando de descalificar a los que dimos siempre la cara por la democracia.

Cuando se está hablando de una próxima crisis económica en Portugal siguiendo los pasos de Grecia, uno se sobrecoge de la debilidad que forman nuestras naciones. Tal vez hemos olvidado dónde está nuestra fuerza. No en los mercados, al menos no de esta manera; no en los parlamentos, donde por un puñado de votos pueden erigirse los propietarios tradicionales; no en mirar para otro lado. Mirar para otra parte y no querer ver es debilidad. Pero la libertad, que no se nos otorga graciosamente, o se toma y se afianza, o sólo se quedará en la neoliberal libertad de comprar. La fuerza de los países no es tal si no se fundamenta en quienes los componen.

Así que revuelvo una vieja maleta -¿la misma con la que fuimos unos meses después a Lisboa a enterarnos de si era posible aquella aventura de los consejos obreros?- y encuentro una insignia. Sujeto el imperdible a la solapa de la chaqueta. Hoy saldré con ella puesta a tomar café.



2 comentarios:

  1. Curiosamente hoy he ido a un pequeño mercado de pescado en Ancora, Portugal, y oí el Grandola Vila morena de J.Alfonso y me dije ¿que fiesta tendrán hoy ?...conmemoran su revolución.
    claro.....comí tanta vaca loca que la memoria patina.
    Por cierto un café en Ancora me cuesta 80 c y en sus supermercados es maás caro que en España..¿será que nos timan aquí?
    feliz soleada tarde.

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  2. Los caminos de la economía de "libre mercado" son inexcrutables, hermano Tula.

    Buena noche.

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