Por fin, alguien, desde dentro, se atreve a cantarles las cuarenta. Me he acordado (imaginado más bien) inmediatamente de la fijación de las noventa y cinco tesis desafiantes por parte de un clérigo llamado Martín Luder en la iglesia del Palacio de Wittenberg en 1517. Fueran clavadas en las puertas de la iglesia o enviadas a otros teólogos, la repercusión prendió un fuego de dimensiones incalculables. No quiero decir con esto que el caso de ahora tenga que ver con aquél. La historia no se repite dos veces, pero hay elementos que permanecen sine die. Y actitudes que parecen eternas y que, o se revientan o siguen causando estragos entre la sociedad sobre la que influyen.
Tengo una distancia de pensamiento abismal con el gran cuestionador del momento, Hans Küng, como con cualquier otro representante religioso, pero admiro su decisión, su valor y su hastío para denunciar la miseria moral de la Iglesia, el poder del Vaticano y su Curia, la connivencia con los poderes de los ricos y la inconsecuencia de la autoridad católica respecto a los tiempos y las exigencias históricas que vivimos. Así que he leído con atención, gozo y hasta entusiasmo las denuncias y propuestas que lleva a cabo Küng y con las que, a través de una carta dirigida a los obispos, les invita a rebelarse contra la férrea y autoritaria Corte de Roma.
No soy optimista y tengo serias dudas de que el texto enviado por Küng a los obispos tenga un eco suficientemente profundo como para suscitar movimientos decisivos dentro de la Iglesia. Hay demasiada política en la Corte de los que hablan en nombre de Dios como para afrontar cambios radicales. No se juegan así como así su estatus, su poder y su influencia terrenal. Para eso no hizo Pedro a su Iglesia, dirán hipócritamente muchos de sus burócratas. No obstante, haya o no cambios a corto plazo, lo que es evidente es que la crisis campa a sus anchas en el seno de la mater et magistra y que actitudes tradicionales como la corrupción, la pedofilia y el vivir a espaldas de los problemas sociales y mundiales del momento está haciendo mella en la empresa multinacional más veterana. Y que probablemente hay una herida abierta en su interior cuya magnitud puede ser más amplia de lo que se ve y aparenta.
No debería preocuparme excesivamente por el asunto, puesto que no soy de los que forman parte del rebaño de esa fe. Pero me interesa en cuanto que considero que esa institución ha tenido un poder desmesurado sobre la sociedad y mantiene aún una influencia importante. No soy optimista, puesto que la historia de la Iglesia es comparable al camaleón. Se ha adaptado a todo tipo de cambios y manifestaciones en su afán por mantener privilegios, intervención y atadura sobre las sociedades humanas. Pero dejo un pequeño resquicio a que iniciativas como las de Hans Küng supongan un acicate para los honestos católicos que desean que las cosas sean de otra manera y a su vez se modifiquen actitudes que chocan con la libre representación de las sociedades laicas. No van a apearse del burro por las buenas, ni van a reconocer el valor esencial y democrático de la sociedad civil. El gran engaño de la Iglesia reside precisamente en creerse por encima de los hombres y sus creaciones cívicas. Tal vez la última alternativa que le quede a la Iglesia sea o la pamema, es decir, hacer un montaje donde parece que algo cambia para seguir todo igual, o el cisma. A mi no me preocupa su corpus ideológico. Me preocupa su capacidad dañina para ejercer poder y violencia, como lo ha hecho tantas veces a través de los tiempos, sobre los individuos y sus conciencias.
La carta de Küng:
http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Carta/abierta/obispos/catolicos/todo/mundo/elpepisoc/20100415elpepisoc_3/Tes
Me cuesta creer que las cosas cambien.
ResponderEliminarDemasiada riqueza, demasiado poder y demasiadas personas que necesitan lo que ofrecen:
la salvación eterna.
Comparto tus dudas. Tal vez ellos existen porque hay gente que espera las salvaciones abstractas, las mesiánicas, las imposibles o las derivadas de la impotencia mental. Difícil objetivo conseguir esa salvación plus ultra.
ResponderEliminarCuidarse, pues.
Existen, Fackel, porque le tenemos miedo a lo desconocido y necesitamos un Papá que nos lo quite (aunque sea un poco). Yo le temo sobre todo a lo que conozco. Un abrazo fuerte.
ResponderEliminarMariel. Valoro tu interpretación psicologicista. Más. Ellos existen porque aún existe la superstición y la ignorancia, el temor a conocerse uno mismo, el miedo a afrontar decisiones colectivamente, el pánico a perder lo poco que se tiene. Ellos existen porque son unos caraduras, porque no quieren apearse de sus intereses, porque no sabrían hacer otra cosa.
ResponderEliminarA mi me pasa como a ti. Lo desconocido abstracto no me preocupó jamás. Sí lo desconocido de lo conocido: el miedo a que nos hicieran daño. Pero incluso ante esto hay que fortalecerse.
Gracias por saber puntualizar mis palabras tenues, Mariel.
Puede que esté equivocada.
ResponderEliminarCreo que debe existir la libertad personal para elegir.Cada persona debe vivir la vida como crea que debe hacerlo. Tienen mi total respeto.
Le leo y en parte me asustan sus palabras por la contundencia que tienen.
Son buenos si piensan como usted. Son malos si hablan o actuan de forma diferente.
Me refiero a las personas que necesitan de esa fe. Si son libres y quieren hacerlo, están en su derecho.
Si se les ataca tan duramente ¿ No se practica un totalitarismo igual de peligroso?
Saludos
Aquí. Me descubres el universo. Obviamente sin libertad personal conquistada y de facto el individuo sigue siendo un esclavo o una nadería. Que es lo que es en grandes zonas del planeta, por otra parte. Porque sin desarrollo no es posible libertad alguna. Pero en nuestras sociedades occidentales y ricas elegir la vida y ajustarse a unas reglas del juego van vinculadas. Y tampoco se elige con libertad.
ResponderEliminarDices..."Le leo y en parte me asustan sus palabras por la contundencia que tienen. Son buenos si piensan como usted. Son malos si hablan o actuan de forma diferente." ¿Interpretas que yo digo eso? Pues estamos apañados. Dígame de qué deduces eso, no lo entiendo. No me considero un maniqueísta tan burdo.
Pues sí, si hay gente que necesita de esa u otras fes ella sabrá. Otros necesitan un sucedáneo opiáceo o un relajante o una ideología totalitaria o un ejercicio de consumo in crescendo. Que cada cual se inyecte lo que desee para paliar sus carencias. Yo no niego el derecho a la fe o a las ideas de nadie; la discuto evidentemente, porque creo que en la sociedad y en la cultura a la que hemos llegado, con sus imperfecciones, el debate es necesario. Creo también que la gente debería hacer un enfoque de su pensamiento más profundo y a largo plazo. Considerarse como ciudadano, como transformador, como individuo único que debe sacar su don interior y ayudar a modificar el mundo. Pero el que quiera quedarse en su cueva íntima adorando iconos o imágenes abstractas, tiene todos mis respetos.
El problema no es ése, Aquí, no se confunda. El problema reside en las instituciones a la que se encuentran adscritos. Instituciones que van de ejercer poder y dominio histórico, y de pretender marcar pautas morales fuera de las necesidades de respuesta de los tiempos. Y encima vivir de ello.
Bueno, el tema está bastante claro, pero veo que algunos no quieren entenderlo.
¿Hablas en serio cuando me acusas de que si ataco duramente estoy practicando un totalitarismo igual de peligroso? Sólo me faltaba oir eso. Ay, señor, pues lo tenemos claro.
Paciencia y debate siempre.
¿Qué es desarollo?
ResponderEliminar¿No se ve un poco duro en su observaciones?
Yo si le veo un poco duro.
Es dificil hacer una comparación con la foto que tiene en su perfil. Le saco un parecido con Rouco Varela, el obispo de Madrid.
Debate, siempre el debate...
Saludos
Bueno, Aquí, si a ti te parece...Sobre percepciones, parecidos y gustos no debato. Son muy particulares.
ResponderEliminarBuen día.
Perdone la tardanza en contestar. No había visto su contestación.
ResponderEliminarNo, no le acuso de nada. Líbrenme los dioses de tamaña tontería por mi parte.
Hice una pregunta para quien pudiera o supiera contestar.
Lo de Rouco y el parecido era una pequeña broma sin importancia.
Desde hace un tiempo, es la moda que impera en los blog.
La de poner fotos de cuando era uno muy pequeños.
¿Ve? Como soy curiosa me veo en la necesidad de preguntar si ello es por nostalgia de la niñez.
Un abrazo
TRanquila, Aquí. No me molestó en absoluto.
ResponderEliminarAprovecho para decir que no puse la foto de niñez por moda, que ignoro si impera, sino por capricho. O no sé por qué. ¿Nostalgia de la niñez? No. Y menos melancolía. Sólo tengo nostalgia de lo no vivido. ¿Cómo puede ser eso? Ah, misterii fidei.
Salud siempre.
Mucho conocimiento sobre estas cuestiones. ¡Interesante! Beso.
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