sábado, 29 de agosto de 2009

El hombre niebla


Deberías escuchar el sonido de tus pasos. Pueden ser los únicos compañeros cuando te sumerjas entre las nieblas del país ignoto. Con ellos resuenan también tu decisión y tu firmeza. Y un eco múltiple de dudas que tu taconeo irá dejando atrás sobre la hojarasca. Lo que tengas que ver no lo esperes desde el paisaje. Será tu propia carga la que te ilumine. Los años aprendidos y cuanto aún no has olvidado pueden ser el fanal o tal vez el lastre. En medio de lo invisible no acertarás a ver la encrucijada. Acaso los caminos sean evanescencia. Y bajo tus pies las tierras pantanosas acechen a quien no está habituado a desertar de la rutina. Pero tú no eres de esos que se dejan amedrentar por lo imprevisto. Y siempre te quedará tu propia palpación. Comprobar que sigues atravesando el piélago. Sentir que tus manos te protegen de cuantos elementos te desasosiegan. Sentir que el cuerpo irreducible en el que aún confías te cuida del peor de todos ellos: el miedo. Nada te impide para sobrevivir pasarte al enemigo. Convertirte en hombre niebla. Entrar en otro reino.

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