¿La vida en una maleta? Incluso las vidas. La capacidad de pensamiento se manifiesta hoy día en relación inversamente proporcional a las exigencias del mercado. A veces da la sensación de que sólo generan "ideas" las vertientes deportiva, especialmente la futbolística, publicitaria, demagógica o de ocio vacacional. Atados de pies y manos el público, la masa o la idiota clase obrera (elíjase el epíteto adecuado a su talla) se entregan sin fisuras a ser reconvertidos como moneda de cambio del dinero y de las inversiones bursátiles de los eternos violadores de almas y de cuerpos. A precio marcado por el mejor postor, su destino es el de siempre: las andanadas mercantiles. Así que aquí no pasa nada, déjense de historias. Crisis es un término prostituido, inexistente. Nada hay que no haya sido. O dicho de otra manera, pasa lo de siempre. Cuando se necesita mano de obra hay que tirar de ella; cuando no se la necesita, hay que arrojarla a los muladares del momento histórico. Y que los pequeños menestrales, industriales menores y artesanos modestos no se crean a salvo de esa manipulación descarada que ellos mismos han aceptado cuando había negocio para todos. También están pagando las consecuencias. Impregnados en su ideología sin pensamiento, carne de cañón del fascismo más recalcitrante y burdo, son incapaces de afinar la puntería contra los causantes de la situación. Es imposible. Su modelo son los peces grandes, aunque jamás pasarán de anchoas. Están a las migajas. Pero, ¿por qué también los asalariados? Por miedo, por el plato de lentejas sin condiciones, por servilismo, por obtusa necedad, por el deslumbramiento de un modelo de consumo absolutamente rapaz y desmedido, por haberse dejado atrapar en las redes de las hipotecas y los créditos. En definitiva, por la rendición del pensamiento y la ausencia de la acción. Pues bien, paguen las consecuencias. ¿Caben todas esas vidas y todas esas rabias en un par de maletas? En esas maletas cabe mucho. Muchas frustraciones, muchos olvidos, muchas maldades, muchos errores, muchas ambiciones y demasiada estupidez. Las maletas vienen de lejos. Como las vidas. Mejor no abrirlas. ¿O sí? Y vuelta la burra al trigo.
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