miércoles, 10 de junio de 2009
Diálogo transparente
Un diálogo subterráneo. Hay dos figuras, dos representaciones, dos referencias. Una se contempla en la otra. Un tanteo, tal vez un pulso. Más allá de si una es de carne y hueso y de si la otra es un mero maniquí, ambas hablan, se confidencian. Una trata de persuadir a la otra. Una mano en su cadera le dota de materia personalizada al muñeco. Más, esgrime la otra mano en una gestualización inequívoca.Y convergen en un punto dual, acaso complementario, donde la atracción mutua queda fuera de duda. Un contacto donde el muro transparente juega doble papel. Atracción y rechazo. Resolución e indecisión. Aceptación y desengaño. Obviamente, la mujer rubia de este lado del escaparate puede vivir sin aceptar la oferta. Pero el maniquí es orgulloso y tenaz, no ceja en lanzarle tentaciones. Tras la prenda se agazapa un pasado, se revive una época, se actualiza una moda. No sé si todo vuelve ni si hay nada nuevo bajo el sol. Como desde una hornacina de culto, el modelo sin rostro guiña a la mujer joven. Intenta traducir su mirada. Susurros que tan solo los interesados en el coloquio pueden captar. Al fin y al cabo es su objetivo. Tal vez su seducción. Pero ¿y si el seducido es precisamente ese modelo opaco y sin rostro del interior? Puede que lo que persiga sea adoptar la personalidad de la mujer de calle. Salir de su aislamiento. Desvestirse de la obligación. Y sentir con viveza y calidez lo que no siente en el interior del comercio. Ser como la joven que le observa. El maniquí se esfuerza por exhibir su percha excesivamente rígida. La hechura, la entalladura, la caída, el diseño, la terminación, todo resulta que ni a medida. Una medida fría, inmóvil. No siente la gracia ni el tacto ni el movimiento que la mujer puede aportar a la prenda. Ésa es su esclavitud. No pasar de ser un mero soporte, dependiente de la mirada exterior. Extraordinarios los vínculos, efímeros a veces, entre los viandantes y las figuras inertes. Las calles están repletas de intercambios secretos entre las figuras pasivas de los escaparates y las vidas cálidas de las aceras.
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