domingo, 3 de mayo de 2009

Proximidad


Te mueves, sin ruido, imperceptiblemente. No saltas, porque no me temes. Pero te alzas ligera para volver a olfatear mi presencia y reconocerme. Mantienes tu cuerpo menos alejado. En esa proximidad aprecio más tu contorno. Y adivino en tu rostro profundo y benévolo un laberinto de interrogantes. No dejas pasar inadvertidamente mis escasos movimientos. No cesas tampoco de preocuparte por mi pose inerme, que no comprendes. Cuando cierro los ojos, no te alteras. Sé que no vas a aprovecharte de mi sueño. Nada de mi superficie se mueve, ni siquiera al respirar. ¿Y si estuviera muerto? ¿Te interesarías por mi si mi cuerpo se hubiera enfriado? ¿Te atraería mi carencia de olor, la congelación de mis líquidos, la acidez de mi piel, la privación de luz en mi superficie? Probablemente sabes de mi más que yo de ti. Apenas te intuyo, apenas te distingo sobre el fondo metálico de la noche. No me cabe duda de que al abrirse la puerta de mis sueños extravié los deseos. Ambos no son buenos compañeros de viaje. O se desea o se sueña. Nada se toca si ambos quieren vivirse en el mismo plano. Nada se realiza si no se elige.

2 comentarios:

  1. Se sueña lo que se desea. Pero es cierto, si no se elige no se realiza. Y quedamos atados a nuestros sueños por siempre. Vivir o soñar...

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  2. Difiero en tu apreciación de que se sueña lo que se desea. La cuestión es que llevar los deseos sólo al campo onírico hace que se mutilen en el territorio donde deberían manifestarse. Claro, mientras no sea posible, los sueños atemperan todo, ¿pero por cuanto tiempo? Y siempre la obsesión por no haber elegido. Siempre.

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