viernes, 8 de mayo de 2009

El blasfemo y los justos



Los observantes de la Ley alzan la mano y arrojan la piedra contra el disidente. Se erigen en autoridad indiscutible de la fuerza bruta. ¿Han traicionado los libros sagrados o los ponen en práctica?

El blasfemo no tiene opción. Es blasfemo porque dijo lo que ellos no querían oír. Es blasfemo porque se cree con derecho a tener opinión y a exponerla públicamente. Es blasfemo porque dice la verdad.

Los ejecutores presumen de hombres justos. Pero toman un arma y la empuñan con ardor y de manera visceral. Ahora presumen de hombres más justos todavía. Ellos son la Justicia, la hacen cumplir y prevén los límites de la Ecuanimidad.

El castigado expone su cuerpo al oprobio y a la indefensión. Pudo evitarlo si hubiera callado a tiempo. O si se hubiera retractado a tiempo. En vano esperaron sus verdugos una señal de rectificación. Él no es de los que se arrepienten.

Los sumos Protectores Morales de la Sociedad se revisten de ceremonial, incluso para la ocasión de muerte. La muerte exige previamente castigo, condena y ritos. Lo más importante es ritualizar la ejemplaridad para lección de otros hombres tentados a la discrepancia y a hacerla valer. Qué mejor ejemplo que la pérdida de la vida. La reducción al valor cero.

El reo sólo se aparta de la escena mostrando desesperadamente su desnudez. Está desprovisto de toda defensa, de toda compasión, de toda solidaridad. De todo menos de su desnudez. Arrogante, exhibe su complexión atlética, inútil ya.

Los sayones se transfiguran en rostros de odio. Encarnan en su unísona actitud la herencia de otros dignatarios que les antecedieron en la fe, en la observancia y en el cumplimiento preceptivo. ¿Les reconcome el orgullo y la resistencia de la víctima? No, les devora sólo la actitud consecuente y firme del perdedor.

El renegado se retuerce no para evadirse físicamente, algo impensable, sino para reforzarse y crecer. Crecer antes de perecer. Reforzarse en su ética personal frente a la inmoralidad de sus acusadores. Autoafirmarse en sus convicciones. Reniega de la violencia y de la muerte. Paga el precio de su libertad.


¿Dónde fructifica, pues, la virtud? ¿Dónde habita la piedad?


(A propósito de la interpretación pictórica de William Blake)

2 comentarios:

  1. Según Lao Tse:
    "El sabio no tiene un espíritu propio,
    pues hace suyo el espíritu de los demás.
    Es bueno con los buenos
    y también con quienes no lo son.
    Así obtiene la virtud suprema."

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  2. Ah, Lao Tzi. Interesante cita del Tao. A veces me gusta dejarme arrebatar por algunos de sus versiculos. Sólo que el Tao, como toda obra humana, tiene sus espinas, es decir, sus intenciones. Ahora bien, de momento me ineresa lo que me ayuda a meditar y a extraer conclusiones. Como poco me sirve para relativizar. ¡Y es mucho!

    Buen sábado luminoso.

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