viernes, 27 de marzo de 2009

(Paréntesis: Larra vive)


(Sé que voy a hacer una tajante aseveración, pero a veces este país nuestro me parece de desdicha. No valoramos ni la memoria ni la gratitud ni el interés por los valores que nos sacaron del oscurantismo secular. Y lo que es peor, no apreciamos la inteligencia de algunos de los que nos precedieron. Carentes como hemos estado de la socialización de lecturas del extenso mundo y de los amplios tiempos, ha sido positivo acceder estas últimas décadas a autores ignotos o poco frecuentados. Y ahora somos presas de un boom literario, al que no damos abasto a acceder.

Esa carencia, tan vinculada al analbetismo tradicional por una parte, y al poco interés por las letras por parte de las aristocracias y de las lentamente emergentes clases medias, fue determinante no sólo para condicionar el limitado interés por la literatura, sino para desarrollar una capacidad de visión, diálogo, indagación y debate pacífico y tolerante de los españoles. No me cabe ninguna duda de que la historia de enfrentamientos y de intentos de avances frustrados y de resultado de retrocesos en España, va vinculada a la escasa progresión de su nivel cultural, y en concreto del poco ejercicio individual de la lectura. No es extraño, por lo tanto, que aún coleen esos resortes vagos y despreocupados, a través de los cuales tendemos a olvidar a algunos escritores clarividentes y prospectivos del propio país -Cervantes, Quevedo, Pérez Galdós, Valle Inclán, Machado- que son decisivos en el conocimiento de nuestra intrahistoria. Que fueron proféticos sin ser dogmáticos. Que desentrañaban los mitos, cuando otros los alimentaban para ceguera de la masa. Que añoraban el ejemplo laico de otros europeos. Que despreciaban críticamente las propias lacras colectivas, y abominaban de los malos usos y costumbres.

Ni siquiera el aniversario de los doscientos años del nacimiento de Mariano José de Larra (Madrid, 1809), acontecido el pasado día 24, ha servido para suscitar debates en foros, programas memoriales en televisión o en editoriales y librerías. Por lo menos, no ha sonado mediáticamente, en esta época en que lo inmediato, lo frágil y superficial campan a sus anchas. El mercado no lo reclama como venta y por lo tanto no se considera. Lo cual nos conduce al eterno dilema de si la cultura que tanto se enuncia no interesa sino en cuanto no constituya un elemento comercial y de beneficios económicos garantizados y, por supuesto, antes que una expresión exponencial y reflexiva de una sociedad.

Y me pregunto, ¿nos merecimos a un Larra? Larra fue un ojo clínico de la sociedad que se resistía a crecer, un bisturí de nuestras insuficiencias, un fustigador con guante europeo de una España anclada en sus ignorancias y en sus caciquismos. Que para hacer su literatura y su periodismo entrara con un humor irónico y hasta cínico en las esencias y contraesencias patrias no significa que sea un escritor meramente costumbrista, como pretenden zanjar algunos críticos de nuestro tiempo. A su manera, y a pesar de su juventud, era uno de esos hombres a los que les duele su propio país (al actor Rubiales, fallecido recientemente, le pasaba otro tanto, de ahí aquél despropósito verbal cagándose en España, que yo entendí)

Pero nos merezcamos o no a Larra, ahí sigue su obra. La excusa de un aniversario bicentenario para hablar de él se ha perdido nuevamente. Pero no necesariamente para leer lo que escribió. Algo que sigue sorprendiendo, que aún resulta moderno, que nos refleja acertadamente y que deberíamos considerar más allá de la espuma de los días)



2 comentarios:

  1. Me gusta tu revisión perpetua de los dogmas de fe que rigen el canon y las operaciones para patrocinar, u obviar, tal o cual efeméride.

    Soy más pesimista que tú. No nos merecimos a Larra ni a ninguno de la lista que mencionas. Somos un desastre en todos los sentidos y sólo nos salvan individuos clarividentes, escritores o no, pero siempre en pequeño comité.

    Siempre seremos un país ridículo, soberbio, ignorante y provinciano, pero con aires de gradeza. Hay lastres que no nos resignamos a soltar en nuestra obcecación colectiva.

    Salve

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  2. Stalker, te mereces un post. Y te mereces a Goya, como muchos otros conciudadanos. Aunque creo que tampoco todos se merecen a Goya en este país. Porque no le han entendido jamás. Porque no se han empapado de él jamás. Porque los desmemoriados no quieren tener memoria. Porque Goya en el Museo luce pero está muerto. Porque hay que revisitar a Goya en su expresión vida. Creo que Goya se merece otro post. Te lo propongo, Stalker.

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