jueves, 12 de febrero de 2009

Un poema de Rafael Cadenas



Ida, vuelta, subida, bajada, estiramiento, encogimiento, marcha, retroceso, paso, parada...exploración ilimitada o eterno retorno...y mientras, pasamos los días ejercitando los movimientos que nos justifiquen -¿no seremos todos peones del tablero blanquinegro en otras manos?- cultivando las débiles posesiones, acogiendo sueños que son flor de un día, sorteando espacios que nos descubran y nos oculten otros espacios, resistiéndonos a que las horas no pasen en blanco o no se tiñan de negro...a veces leemos, a veces sonreímos, a veces estallamos (en ira), medimos con frecuencia la distancia recorrida, con un efecto de vértigo pesaroso y desafiante, bebemos cerveza sin tino, acaso hasta rozamos una piel que no es la nuestra y que se deja rozar, y entre latido y bostezo, entre suspiro y carraspeo, entre gemidos y silencios atravesamos frondas que se precipitan como imágenes, como letras, como voces rescatadas el túnel del tiempo, y volvemos una y otra vez -y lo nombra el poeta venezolano Rafael Cadenas- a...

Esas escrituras invariables.

Siempre regreso al mismo idioma. Un cuero embrujado de animal. Inatrapable, pero presente como la vida de un antepasado.

Tejido sobre el tejido, la lengua muerta del amor, fuego que me ha hecho adicto a un culto insinuante.


(Fotografía de Michal Hustaty)

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