Al agarrar el racimo de estrellas
Tu mano ardió.
Toda la luz te parecía poca
Para llenar el pecho.
Después enmudeciste.
Y el dolor ni siquiera paría
Exclamaciones.
Tras el suceso la herida detuvo
Tus pasos.
Cada pisada era un gesto inmóvil.
Cada palabra nacía muerta.
Cada sonrisa, una mueca envenenada.
Ya no extiendes la mano
Hacia ninguna hoguera.
Ya no sientes.
(Dibujo de Manuel Boix)
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