sábado, 3 de enero de 2009

No a la barbarie



Yo, Yahvé, os hablo. Me gustaría deciros que todo esto que acontece de vuestra mano no debe ser en mi nombre. Pero sería vano. Puesto que mi nombre y mi significado y mi construcción lo habéis decidido vosotros y lo que queréis desde siempre que sea lo habéis manifestado a lo largo de los siglos. En multitud de ocasiones os habéis comportado como lo hacéis ahora. Sois un pueblo belicoso y lo justificáis en nombre de vuestra seguridad. Diréis que otros pueblos y otras civilizaciones siguen pautas semejantes. Puede ser. No hay tantas diferencias entre las naciones de la tierra. La competencia, el conflicto, la defensa, el poder, la riqueza, todo se intenta por parte de todos a costa de los otros. Cada pueblo secular mantiene sus ídolos y los exalta y los manipula para sublimarse y creerse los portadores de la verdad. Vosotros os tomasteis más en serio que nadie que erais mis elegidos. Y no andabais descaminados, puesto que vosotros me inventasteis y me hicisteis a vuestra imagen y semejanza. Vosotros quisisteis que yo os tuviera como favoritos. No al revés. Pero las obras de los humanos no son eternas, ni firmes, ni concluyentes. ¿Os imagináis que la palabra Yahvé se os fuera de las manos? ¿Y si el concepto Yahvé ya no quisiera perteneceros? Jugáis con la certeza de que tal posibilidad no se os dará, pero no os fiéis. Los conceptos se trastocan, los términos se alteran, los vocablos huyen, cuando ninguno de ellos se siente representado por vuestra mente, por vuestros labios, por vuestra voluntad traicionera. También ese otro dios llamado Seguridad o ese otro denominado Potencia o ese otro apelado Sión o Israel puede acabar deshaciéndose entre los efectos de vuestra propia violencia. Me usáis cuando os resulta útil, y si es preciso arrastráis a los que no se consideran religiosos como vosotros pero que también viven atemorizados por vuestros desatinos maniqueos. ¿Quisisteis alguna vez la paz de verdad con vuestros vecinos? No os engañéis. A mi no me engatusáis. No fue mi designio improbable ni vuestra invocación caprichosa de Mi la que os reinstaló en el escaso territorio que ahora ocupáis, a costa incluso de vuestros hermanos. Fueron las manos poderosas de las aves de rapiña que se repartieron el mundo hace sesenta largos años. Desde que el hombre es hombre y se transciende en cultura, ha representado su estar en el mundo con una faz variable. Si ha convenido exaltar a un Dios se ha hecho; si a una Moral justificativa de sus tradiciones que mantuvieran un control social, se ha hecho; si a un Estado que ha enfocado las relaciones con otros pueblos y naciones a través del enfrentamiento y del sometimiento en lugar de con el entendimiento, se ha hecho. En el fondo, todos siguen adorando el becerro de oro que Moisés reprendió con furia, pero sin demasiado éxito a lo largo de la historia de los tiempos. Una vez más, vosotros trasladáis a vuestros hermanos vuestra manu militari y causáis dolor, daños, sangre, incomprensión y desgarro. Quedáis en evidencia ante el resto del mundo, aunque pretendáis justificar vuestra violencia con la violencia de los otros. Ni el argumento es legítimo, ni sincero, ni proporcionado. Habéis negado el desarrollo y la justicia a vuestros hermanos, y muchos de ellos han recurrido desesperadamente a sus ideas extremistas y a sus respuestas violentas para tratar de defenderse de vosotros. Ya no está claro quién es David y quién Goliat en este trance histórico. Yo, Yahvé, os hablo. Apartad mi nombre de vuestra boca obscena; disolved mi concepto en aras de uno nuevo que se llame justicia, o paz, o desarrollo, o reparto colectivo; abandonad la memoria de las fantasías que habéis construido en torno a Mi para saciar vuestro egoísmo, para daros una falsa carta de creencia y para mantener en la sumisión a otros habitantes de la tierra. Yo, Yahvé, concepto hueco en vuestra mente insensata, retornaré al mundo etéreo que ya existió antes de que vuestra cultura se formara. Sería más ajustado a razón que reconocierais en vuestro Muro de las Lamentaciones el culto al Dólar, al Euro o a vuestro Miedo. Llamad a las cosas por su nombre, cambiad de actitud, purificaros con actos que salven a todos y no con falsos golpes de pecho, pues ya fue dicho por el profeta: “Volverán los elementos de la tierra y de los mares y de los cielos a interponerse entre aquellos pueblos y tribus que no sean capaces de avenirse por propia voluntad. Y la manifestación de su furia no podrá ser contenida por la fuerza desmesurada de poder y de armas que exhiban quienes agredan a sus hermanos privándoles de una oportunidad de vivir”.



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