Nada es uniforme, ni el invierno significa el vacío. Una serie de manifestaciones, tales por ejemplo como la caída de la hoja caduca, el frío, las nieves, los días cortos de luz, alteran el comportamiento social y los hombres se creen en las últimas. ¿Cómo tendría que ser entonces entre las tribus prehistóricas? Aquello sí que revestía características de dificultosa supervivencia -se supone que no pasaban de los veinte años de edad- desde mantener su hábitat hasta procurarse los alimentos arriesgadamente. Pero esto de ahora es un vacío más psicológico que real. Y hoy, los que poblamos estas sociedades complejas y cargadas de bienes y de actividad productiva, ahítas de consumo desmesurado y despilfarradoras de recursos, nos angustiamos en cuanto algo no funciona adecuadamente. Cierto que hay temas sumamente preocupantes durante este invierno europeo: una pugna mitad de mercado mitad política entre un país productor de gas natural y otro por el que éste pasa y se distribuye a gran parte del continente. Si ésa va a ser otra de las armas para imponer hegemonía y dominio de unas naciones sobre otras, aviados estamos. Pero, ¿y el resto de la naturaleza? ¿Acaso la naturaleza se extingue? ¿No es el invierno acaso el tempo donde se incuba realmente la regeneración? ¿No es en esta estación en la que tiene lugar ese proceso oculto de volver a hacerse las vidas para que dentro de nada florezcan abiertamente? El paseante mira el invierno y no se cree lo que acaba de ver. Un combate pacífico por la existencia. Mejor, una confraternización ejemplar. La nieve se mece en unas ramas en la que ondean unos frutos rojizos vivos, a cuyos pies el agua fluye incesante. ¿Dónde dejó de haber vida? ¿Por qué no sigue siendo la naturaleza ejemplo y camino para los hombres?
martes, 13 de enero de 2009
Combate por la vida
Nada es uniforme, ni el invierno significa el vacío. Una serie de manifestaciones, tales por ejemplo como la caída de la hoja caduca, el frío, las nieves, los días cortos de luz, alteran el comportamiento social y los hombres se creen en las últimas. ¿Cómo tendría que ser entonces entre las tribus prehistóricas? Aquello sí que revestía características de dificultosa supervivencia -se supone que no pasaban de los veinte años de edad- desde mantener su hábitat hasta procurarse los alimentos arriesgadamente. Pero esto de ahora es un vacío más psicológico que real. Y hoy, los que poblamos estas sociedades complejas y cargadas de bienes y de actividad productiva, ahítas de consumo desmesurado y despilfarradoras de recursos, nos angustiamos en cuanto algo no funciona adecuadamente. Cierto que hay temas sumamente preocupantes durante este invierno europeo: una pugna mitad de mercado mitad política entre un país productor de gas natural y otro por el que éste pasa y se distribuye a gran parte del continente. Si ésa va a ser otra de las armas para imponer hegemonía y dominio de unas naciones sobre otras, aviados estamos. Pero, ¿y el resto de la naturaleza? ¿Acaso la naturaleza se extingue? ¿No es el invierno acaso el tempo donde se incuba realmente la regeneración? ¿No es en esta estación en la que tiene lugar ese proceso oculto de volver a hacerse las vidas para que dentro de nada florezcan abiertamente? El paseante mira el invierno y no se cree lo que acaba de ver. Un combate pacífico por la existencia. Mejor, una confraternización ejemplar. La nieve se mece en unas ramas en la que ondean unos frutos rojizos vivos, a cuyos pies el agua fluye incesante. ¿Dónde dejó de haber vida? ¿Por qué no sigue siendo la naturaleza ejemplo y camino para los hombres?
La vida. Apenas intantes...
ResponderEliminar...que se pueden llegar a tocar
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