domingo, 28 de diciembre de 2008
28 de diciembre
En la tradición de la religión cristiana, el Día de los Inocentes recuerda, que no me rememora, cierta matanza que llevó a cabo un rey de Judea llamado Herodes sobre la población infantil. Nunca he sabido si fue cierta esa barbaridad, si se produjo históricamente, si el mito que lo invade todo fue el móvil -el intento de que otro supuesto rey nacido según la tradición hebraica para ser el verdadero Rey de los Judíos no llegara a tal y no le hiciera la competencia a Herodes- o si de haber tenido lugar esa ejecución masiva pretendía otros fines.
Con el acontecer de los tiempos, en España de aquel relato de los Inocentes presumiblemente perseguidos en el año 1 de Cristo ha quedado una reconversión surrealista, muy nuestra, que, por cierto a mi de niño me encantaba: lo de gastar bromas y expandir bulos que no se sostenían, pero que hacían picar a mucha gente, era la inocentada.
Pero he aquí, que la prensa de este domingo gris nos trae una inocentada mal entendida, es decir, la sangrienta noticia, que no es nada nueva, de la última masacre de palestinos de Gaza por parte del ejército del sionista estado de Israel. Yo no quiero hacer aquí ningún análisis ni comentario mayor sino, simplemente, rememorar por medio de algunas fotografías, que el asunto de la muerte o de la mala vida de los inocentes en el mundo es una realidad latente.
Sí quiero sugerir que la actitud de ciudadanos como nosotros que gozamos de recursos no se debería limitar ni a un “oh, qué horror” , "oh, qué miseria", ni a obras de caridad ni a meras aportaciones a onegés que nos dejan feliz nuestra dudosa conciencia y las manos libres para seguir manejando nuestras cuentas corrientes. La situación de la infancia en el planeta es un asunto político, porque va vinculada al desarrollo y elevación de las condiciones de la vida de todas las sociedades. Pero ahí ya tocamos lo gordo: procurar esa promoción de los humanos maltrechos de otros territorios cuestiona nuestro egoísmo, nuestra avaricia y nuestra hipócrita desfachatez.
Por otra parte, si ustedes quieren considerar demagogia, banalidad o simple acción lacrimógena que me haya permitido la tontería de colgar estas fotos, siempre les quedará el recurso del cuadro de Magritte: c’est n’est pas une pipe. En efecto, estos no son niños que las pasan putas, no son niños que se tienen que buscar la vida cada día, ni aguantar sus miserias cada día, estos no son niños como nuestros bien amamantados niños. Eso es fotografía, eso es pose, eso es representación. O lo que ustedes quieran. Por lo demás, ya saben, las noticias duran hoy día veinticuatro horas. El 31 podremos alzar las copas de cavita y corrernos el cotillón padre, porque c'est n'est pas une enfance malheureuse.
Estoy contigo, Fackel. ¿Qué hacer para socavar los cimientos de esta irrespirable sociedad hipócrita?
ResponderEliminarLa canción de Barbara hablaba de los niños abatidos por nuestros fusiles. Hoy esa letra vuelve a encarnarse en toda su crudeza.
Cuidate
No te sé responder, Stalker. La naturaleza de la grey tiene un doble rostro: parece potente en su ceguera,peor es extremadamente frágil cuando su ceguera la ha conducido a cualquier modalid de holocausto. A ti, que eres buen entendedor, no necesito ponerte ejemplos. Por supuesto, no concedo mayor responsabilidad y gravedad a nuestros políticos rectores, porque ellos, en cualquier lugar del planeta, son el reflejo de lo que quiere la la ciudadanía...perdón, la masa. l concepto ciudadanía implica mayor conciencia y asunción responsable que no suele mostrar con frecuencia. Lo biológico mueve a la masa: lo pirmero estar cubierto yo, lo segundo no sufrir riesgos que pongan en riesgo mi cobertura, lo tercero a mi qué me importan los de fuera...y así podríamos stablecer un decálogo de insolidaridad y ceguera. Pero en tiempos de globalización más interactivos y extensos que nunca, esta actitudmasiva quiebra pronto. Como diría Sánchez Ferlosio, "vendrán años más malos que nos harán más ciegos", así que paciencia.
ResponderEliminarA mi me cuesta mucho ver este derroche de regalos que nos obsesiona a los occidentales -¿tan frágiles son nuestros vínculos familiares, de amigos, etc. que precisamos delegar nuestros sentimientos en los objetos de la manera tan exagerada que lo hacemos y en las fechas que ordenan los dictadores del Mercado?- y que conste que para mi el objeto, oportuno y cargado de significado, querencia o amor, elige, es generosidad, pero no tiene nada que ver con la fiebre consumista con que tapamos nuestras propias miserias íntimas.
Pero tú pregunta sigue en vigor. Abierta y lúcida, se podría entrar en una polémica positiva al respecto, pero quiero creer en la sana y digna capacidad mental de cada habitante para decidir, optar y actuar en consecuencia.
Gracias por tu rebeldía latente. Ya dijo el supuesto profeta que "no sólo de pan vive el hombre".
Salud y hermandad.
Lo de la agresión de Israel, siempre tan desigual y tan de efectos multiplicadores, no tiene nombre. Como ciudadano del Occidente culto y desarrollado, o eso creía yo, siento una vergüenza total. No se puede permitir esta barbarie. ¿Dónde está la ejemplarizante Europa, que tendría que haber aprendido de sus barbaries seculares? Hay que hacer algo o dejemos de hablar de nuestra preocupación por los otros mundos. Gracias por incluir el tema en el blog Fakel.
ResponderEliminarDe acuerdo contigo, Juanjo, en que es una agresión desigual. Un Estado como el israelí, que es de lo más armado y potente que existe en cuanto a Defensa y Seguridad, no vacila en arremeter contra la población hacinada de la franja de Gaza. Aunque su excusa son los de Hamás, la cirugía en los ataques no existe sin que paguen los civiles. Y es que Israel no conoce otro método. A la larga que los hijos de David hagan de Goliat se puede volver contra ellos. De momento, la condena debería ser unánime. Pero los Estados europeos y los USA no parecen estar muy interesados en tomar medidas efectivas bien por razones económicas, geoestratégicas o lo que sea. Acaso algún día lo lamentemos. Así que a la población de Gaza sólo le queda el ajo y agua. Triste y deprimente, ¿verdad? Gracias por tu comentario.
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