sábado, 8 de noviembre de 2008

Las visiones del caminante (Monogatari, 19)


Mas desde aquella parada bajo el cañizo lo veía todo. No sólo la visión adivina del obscuro valle de Tanarai, sino las cimas más lejanas y las costas más agrestes. Cerraba los ojos y los mares orientales se batían en mi presencia, y me llegaba el rumor de su ferocidad y el embate de las olas contra los acantilados que resistían, a pesar del riesgo de su propio desgaste, y los empellones contra las naves de mercaderes que desafiaban su destino. Y me era dada la contemplación abierta de los valles de la soja y de los humedales de arroz, y los trabajos y jornadas de los habitantes de las aldeas primitivas. Y penetraba con mi retina malherida entre los frondosos bosques de bambú, erectos como lanzas guerreras, cerrados como caballería del shogun, que apenas se dejaban herir por esbozos de ligeros rayos del sol. Y simulando el vuelo de los gavilanes alcancé las cimas de nieve de los montes santos, y sobrevolé el corazón de los volcanes durmientes, cuyo fuego se renovaba en sus recónditas entrañas, y al anochecer descendí sobre el alma de las ciudades que se sumergían en los sueños, muchos de cuyos habitantes se entregaban a la diversión o al repaso de las tareas y las cuentas del día. Y envuelto en el aspecto del viajero que lo mira todo, entré en los hogares honorables y me recosté sobre los tatamis cálidos, me emborraché con sake en las tabernas portuarias y me deslicé tras las puertas de las mórbidas casas de placer de las afueras. Y empeñado como me veía en la exigencia de la meditación me dejé llevar por el silencio de los santuarios y escuché respetuoso los cánticos de sus profesos, siquiera para probar si la dimensión de mi alma individual era inferior a aquellos que hacían de su existencia un apartado reconocido y vitalicio. Todo consistió en cerrar los ojos. Mi vida era simplemente el espacio reducido bajo el bambú protector. Mi sentido estaba en la concentración de mi humilde cuerpo. Mi estímulo consistía en detener la ansiedad de la búsqueda. Las preguntas bien podrían replantearse; las respuestas bien podrían ser flexibles; la mirada bien podría ir más allá de lo que aparentemente se ve; lo que se desea saber acaso podría ser un arañazo al magma de ese conocimiento secreto de la vida cuya línea divisoria nunca significa alejamiento, sino acaso nueva aproximación. No sentía hambre ni frío ni humedad ni deseo. El haiku habló por mi y se perdió entre todos los paisajes...

Bambú te meces
flexible, consistente.
Afianzas tu ser.


(A Par49, cuyo sentido fotográfico de la percepción de las cosas bien merece ser acompañado por la mirada del pintor japonés Katsushika Hokusai)

5 comentarios:

  1. Esto me recuerda que hace poco tuvimos las obras de Hokusai en una deliciosa exposición de ukiyo-e en Barcelona. De repente tus palabras me han transportado a ese momento...

    larga vida a tu serie oriental...

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  2. Eres de los pocos, hermano, que saben en este país lo que es ukiyo-e. Pero jamás hasta hace poco había tenido conciencia de la belleza, la armonía y la cantidad de información que se acumulan en las obras ukiyo-e. Sin ir más lejos, Hokusai es una mina. Larga vida a los ukiyo-e y a cuantos echemos mano de sus representaciones para implementar nuestras palabras, con frecuencia vanas. Salud, jardinero Stalker.

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  3. Muchas Gracias por la referencia.

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  4. hace poco -un par de semanas- que he descubierto con gran admiración a hokusai -de hecho, la penúltima entrada de mi blog lleva una imagen suya-, así que con este descubrimiento tan reciente encontrármelo aquí abierto y saliéndose de sus márgenes en tus palabras ha sido como crecer un poco más. hubiera sido delicioso ver la exposición de barcelona que menciona stalker, ojalá hubiera podido verla.

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  5. También a mi me hubiera gustado ver esa exposición, pero...Hace poco he visto otra con abanicos de Utagawa Kuniyoshi y Utagama Toyomuki III sobre los meses del año. Inenarrable. Precisamente estoy preparando ahora una breve reseña para el blog sobre Hokusai, si me sale. Lo importante son las imágenes no los comentarios. Todo un hallazgo este pintor. En una librería de mi ciudad encontré un libro sobre las "Treinta y seis vistas del monte Fuji", que es una barbaridad de trazo, de colores y de formas. La belleza en arte se crea y se trabaja. Y como una obra conduce a otra, héme aquí enterándome del estilo Ukiyo-e y...en fin, que sólo se me ocurre una reflexión tópica: ¡Qué poco sabemos de lo que hay por el mundo!, y en concreto del Japón secular.

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