miércoles, 10 de octubre de 2007

La penúltima gota



(Invocaciones IX)


No será la última que resbale de tus labios. Tu sed es mucha, pero aún distas de estar seco. ¿Vas a caer en las trampas de la apariencia? No todo es árido a tu alrededor. No todo es tiempo extraviado. Pensar que te trasladas en un cuerpo desfondado sería un error que no puedes permitirte. Esa gota que se escurre y se materializa es precisamente la señal. Aún fertilizan dentro de ti muchas posibilidades. Están más nutridas de deseo que nunca, aunque no se manifiesten tan clamorosas como en los años de juventud. A veces una manera de apasionamiento sereno bulle y te hace sentir eufórico. Se nota en tus facciones. Se aprecia en tu receptividad. Se transmite en las ganas de hacerte sentir entre los que se cruzan contigo. Dices que no te es concedida la libre disposición de los tiempos. ¿Has pensado en quebrarlos? Dices que te fallan muchos elementos. ¿No tienes a tu favor la capacidad de seleccionarlos y quedarte con los más útiles? Dices que todo te pesa como nunca te había pesado antes. ¿Es que necesariamente tienes que sentirte obligado a soportar aquello que no deseas? Siempre te has visto inmerso en una carrera de fondo. Postergaste viajes, aplazaste encuentros, pospusiste actividades. Para ti el fin nunca fue una referencia. Ahora, en cambio, tendrías que ir teniéndolo en cuenta. La indecisión ya no es útil para prospectar, ni para ser más prudente. La prudencia te la da la sangre. ¿Deberías esforzarte a estas alturas en pensar demasiado las opciones? La dispersión que en otras épocas te permitía probar y experimentar como si te proyectaras lateralmente y en todas las direcciones, acaso hoy no te sea ya tan útil. O tal vez nunca lo fue, y el canto de las sirenas te distrajeron demasiado de la ruta. ¿Para ir a dónde?


(Fotografía de Jan Saudek, artista checo)

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