domingo, 2 de septiembre de 2007

Sin el hilo de Ariadna



Los viajes por el laberinto dentro del laberinto conducen en ocasiones a visualizar y jugar con representaciones graciosas. Acercarse a los Jardines del Laberint d’Horta, en Barcelona, pasearse por sus recreaciones y rodear sus pabellones arquitectónicos, entrar en el laberinto de callejuelas de setos, dejarse conducir por los niños que te guían y te engañan hasta que casi al borde de la desesperación (y tú viajero, subestimabas el ejercicio) acabas encontrando la salida, más por error que por organización razonada de la búsqueda. Luego, sentarse en un banco, contemplar la ladera arbolada de la montaña, meditar los significados, pensar en la necesidad o no del hilo de Ariadna. A la vuelta descubrir un texto de Umberto Eco:


“...La historia milenaria de la imagen del laberinto revela que a lo largo de su larga vida el hombre se ha sentido fascinado por algo que de algún modo le habla de la condición humana o cósmica. Existen infinitas situaciones en las que es fácil entrar pero difícil salir, mientras que resulta complicado pensar en situaciones en las que sea difícil entrar pero sencillo salir. La única que tal vez podría encajar en este último esquema es la situación de las situaciones, la vida individual, con sus nueve largos meses de entrada y los dolores del parto, y en seguida la certeza (aunque sea inductiva) de la muerte. Y sin embargo es propio de la vida ese espacio intermedio (a lo mejor brevísimo) por el que erramos largamente, sin una clara noción del sitio al que vamos ni para qué, ni qué es lo que vamos a encontrar en el centro o en alguna de sus numerosas encrucijadas imprevisibles. Por lo demás a la vida, entendida en otro sentido, entramos con suma facilidad, más aún, se nos “arroja”. Que luego la salida resulte realmente tan fácil y exista...ay, con la de exploradores que hemos enviado en avanzadilla, apenas disponemos de crónicas dignas de crédito...No, no, hunc mundum tipice laberinthus denotat iste.”

8 comentarios:

  1. Lo que viene a demostrar el Laberint d'Horta, es que aunque el recorrido de un laberinto es difícil y sinuoso y pone a prueba los nervios y la capacidad de aguante, no es algo imposible de hacer. Metáfora de la vida tal cual, intuyo. Mucho más laberíntica y compleja, sin duda, donde muchos se rinden antes de tiempo.

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  2. Lo bueno del laberinto es que por más que sepas que siempre acaba uno saliendo de él, también siempre se llega a un momento de angustia en que realmente pierdes la esperanza de llegar a salir nunca. Es el momento de la verdad en que la mente (la razón) queda abolida y toma el mando el pánico, el miedo irracional. Y llega a parecernos verosimil la posibilidad de morir allí dentro, y hasta nos dejamos caer al suelo abrazando nuestra impotencia. Y esa maquinaria para hacernos perder la orientación, el control, la seguridad...es simplemente una diversión. Es divertido, pues, asomarse al abismo de la desesperación. Pero sólo en la medida en que el artilugio consigue siempre -siempre- llevarnos a ese abismo.

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  3. Claro, Ferrán, una metáfora antigua, o un terreno fronterizo donde no se sabe bien si primero es lo real o segundo lo metafórico.

    Francisco, es que creo que del laberinto de la vida no se sale nunca. O se sale parcialmente de alguno de sus sucedáneos (además del Laberinto está lo de las Cajas Chinas, pero eso sería otro tema) Por ejemplo, se puede escapar de situaciones extremadamente difíciles (de un campo de concentración nazi, por poner un caso duro) pero seguir viviendo exige recorrer nuevos espacios laberínticos, y en el siguiente se puede perecer (siguiendo el ejemplo anterior, muchos de la Europa del Este salieron de una dificultad peregrina y se toparon con otra otro tanto parecida)

    El acoso de una dificultad sobre un individuo, coincido contigo, genera tal angustia y desequilibrio que la razón se ve golpeada cuando no desatendida. NO es fácil admitir no obstante lo que dices sobre que ese proceder de la maquinaria del pánico sea una diversión. En el terreno metafórico, claro. En la realidad es sencillamente desesperación y abandono. ¿No crees?

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  4. Estuve muchas veces en el Laberint d´Horta. A mí me gustaba mucho más lo que había alrededor que el propio laberinto. No conocí los ninhos que te guían, siempre fui entre semana, Días de cada día que dicen en catalán (me gusta esa expresión) y además invernarles.

    Leyendo a Umberto Eco me detengo aquí
    Existen infinitas situaciones en las que es fácil entrar pero difícil salir, Reflexiono, recuerdo esa luz inmóvil. Quizá el bosque también un laberinto? Lo viste así?

    Sin duda es cierto su cualidad atrayente como el abismo. Vivimos en el caos verdad?

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  5. Claro que vivimos en el caos, así de contundentemente te lo digo. Pero no hago drama ni categoría pseudofilosófica ni angustia vital de ello. Y en parte, y esto es algo que últimamente lo doy muchas vueltas, vivimos más en el caos porque nos hemos creído que somos una especie no-animal. Esta disgregación del resto de las especies, este alejamiento de nuestra esencia animal nos lo complica mucho más. Somos un animal ya muy pecularizado, pero cuya soberbia y a veces falta de realismo le atrapa y le sumerge. Pero los mitos llevan hablando toda la vida de eso, sólo que las propuestas -religiones, filosofías, psicoanálisis- nunca han resuelto nuestro divorcio natural y animal. Los bosques son los laberintos más originales (primarios) que existen. Mucha gente jamás salió de ellos. Incluso ahora hay gente que no aparece. Luego están las cuevas, que ya empiezan a ser las primeras figuraciones de los hombres paleolíticos, a las que conceden calidad simbólica (laberinto, de labri, piedra...tal vez) Apasionante el tema, para horas de invierno a la luz de semipenumbra de una fogata de hogar, ¿no te parece?

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  6. Ah, y luego están los laberintos cotidianos de cada sociedad y de cada individuo...qué decir...son los que nos envuelven y nos complican todavía más...Es decir, que no sólo vivimos entre caos, sino entre situaciones en las que no acabamos de encontrarnos...Tal vez, nuestro fatum...

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  7. El final del texto de Eco hace referencia a una inscripción que había en un laberinto, hoy perdido, en la iglesia de San Sabino, en Piacenza, la cual decía:

    Hunc mundum tipice laberinthus denotat iste: intranti largus redeventi set nimis artus. Sic mundi captus viciorum molle gravatus vix vallet ad vite doctrinam quisve redire

    Es decir

    Este laberinto describe claramente este mundo: ancho para quien entra pero demasiado estrecho para quien quiere salir. Prisionero por los hechos del mundo, entorpecido por el peso del vicio, apenas se tienen fuerzas para regresar a la doctrina de la vida.

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  8. Gracias, Marcos, por tu aportación. La cuestión es saber si lo de la doctrina de la vida se refiere a la fe, en el sentido literal que otorga la religión católica, predominante y prácticamente única referencia en la Europa del siglo XII (se cree que los restos del mosaico del laberinto de San Savino de Piacenza es de esta época) o si puede tener una acepción menos rigurosa desde el punto de vista catequístico y de igual valor moral para los que nos consideramos no creyentes y sin embargo buscamos, aunque nos perdamos laberínticamente. Creo que la idea del laberinto, muy anterior al sincretismo cristiano, es algo que se reactualiza en cada tiempo histórico, un poco como los mitos en general. Su validez metafórica y literaria queda fuera de toda duda, y para mi esa misma categoría me basta. Las creencias esotéricas al uso ya no me interesan. No dudes en comentarme lo que sea sobre éste u otros temas.

    Por cierto, supongo que conocerás el libro de Paolo Santarcangeli titulado "El libro de los laberintos". Es una visión muy documentada sobre el tema.

    Gracias de nuevo.

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